miércoles, 25 de noviembre de 2009

EL CARRETERO

Un señor de mediana edad, alto, con un sombrero que le tapaba media cara.

Llevaba un cigarro en los labios y una vara en la mano dirigiendo un carro de vacas que amedrentaba con furia, dándoles palos a cada momento y de vez en cuando soltaba palabras mal sonantes.

Los animales estaban bastante nerviosos y se salieron de la carretera, despeñándose por una cuesta, dando volteretas. Las vacas quedaron atrapadas debajo del carro, quién sabe si con alguna pata rota y el carro hecho trizas.

El dicho señor mas furioso que antes, con un ataque de nervios, no sabía que hacer. Su manera de ganarse la vida era el carro y las vacas, pues era carretero. No le quedaba más remedio que trasladarse a una ciudad cercana para reconstruir su carro, utilizando el tren como medio de transporte.

Al regreso se encuentra en un compartimiento en el que viajaba también un turista inglés y dos señoras.

Su comportamiento le retrata como un hombre seco y distante, de pocas palabras, acaso por la preocupación de su empresa que por un tiempo había desaparecido.

María Blanca Santos Gutiérrez ©
Noviembre 2.009

EL GIGANTE EGOÍSTA

¡Ariadna, Ariadna!, por favor, acuéstate junto a mí; siento el cuerpo aterido... ¡No, tan cerca no!, que me abraso.

Ariadna, ¿dónde te encuentras?. Quiero pedirte perdón. Mi altivez me hizo rechazarte pues me pareciste demasiado pequeña. Os humillé a todos; a mis padres, a los tuyos, y sobre todo a ti. Nada más verte, hice un gesto despectivo, giré sobre mis talones y me alejé, ¡perdóname!.

¿Vuelve a nevar? Ante mis ojos aparecen manchas grises, algunas llegan hasta mi colcha. A ver si con la humedad y el frío me muero, ¡ya!, de una neumonía. Shss... Veo una cabecita tras la puerta, ¿Ariadna?. La cabeza me pesa, me pesa...

-¡Egoista, egoista!, ¡Gigante Egoista!

-¡No, no!. Niños, ya no soy egoísta. Venid y jugad en mi jardín.

Tengo que derribar el letrero que armé "Prohibido Niños". Ahora vislumbro dos cabecitas, ¿habéis venido, niños?, creo que deliro.

¿Qué es esto que huele a gloria? Levantó el brazo y lo llevó a la boca. ¡Ummm...! Un bollito de pan recién amasado. De mis ojos se despegan escamas de agua que las retiro con la sucia colcha. ¡Oh, qué claridad!

Tomo mi bastón, me enrollo en mi vieja colcha y con la fuerza que me ha dado el divino panecillo voy dando pasos, trastabillados. Alcanzo la puerta. Uno, dos tres... A punto he estado de caerme. Cuatro, cinco... y extiendo el brazo, no llego. Seis, siete y me caigo tan largo soy. Oigo el "CRASSS" del letrero y luego el "PUM" sobre la tierra helada. Me siento henchido de felicidad.

¡Ariadna!, qué bella eres y esta vez sus dedos rozan los míos.

Isabel Bascarán ©
S. Vicente de la Barquera,
23/11/09

martes, 24 de noviembre de 2009

AMIGAS

Dejadme que me presente. En estos momentos tengo sobre 12 años, soy de mediana estatura, delgada, pelo castaño, labios finos y ojos marrones.

Es por la mañana temprano, hora de ir al Colegio, Laly me llamará para ir juntas, soy como su hermana mayor, la saco cuatro años, pero nos llevamos bien. A las dos nos encanta leer cuentos y libros de aventuras. Mi casa es grande con un mirador acristalado y alargado dando al sur y por consiguiente calentito en invierno, y allí sentadas en el suelo, sobre cojines o mantas, leemos, menos una temporada que me dediqué a hacer una alfombra de nudo para mi habitación. Yo con mis lanas y ella con sus cuentos.

Otras veces voy yo a su casa y si están comiendo me entretengo también leyendo y no me entero de que hablan. Tengo dos hermanos mas pequeños a quienes les gusta, como a mí, la naturaleza y van al monte a descubrir cuevas o a pájaros que no soporto, pero lo que sí me encanta es que en nuestros cumpleaños, hacemos farolillos con papel de colores para el jardín y nuestra madre nos prepara patatas fritas como las compradas y compota de pera de un peral que tenemos. Eso sí, tengo un pequeño vicio, si se puede llamar así y es dejarla sin nata para hacer bizcochos. Mi segunda merienda es pasarme por la tartera grande de la leche y ponérmela en una rebanada de pan y bien espolvoreada de azúcar.

En verano, a veces, nos cogemos la merienda y la llevamos a otra vecina mas pequeña, entonces nos vamos al monte las tres a coger flores, moras o renacuajos que vemos en la charca junto a una fuente de agua cristalina de manantial y las metemos en el primer bote que encontramos para contemplar su metamorfosis en los días venideros.

Esta laly tiene unas cosas… no me dice un día: -¡Ya se por qué las mujeres que van a tener un niño tienen la barriga tan gorda! Es que ahí guardan la leche que les sale por las tetas para que mamen. Me eché a reír, A ver quien es el guapo que le explica que los niños no los trae la cigüeña.

Cuando llega Diciembre, hay que poner los nacimientos. Si tenemos algo de dinero ahorrado, cruzamos Torrelavega hasta una tiendecita antigua junto al Ayuntamiento, para comprar alguna figurita más de barro o casita de corcho. Lo demás es de naturaleza pura. Volvemos a salir al monte a por musgo, piedras, tierra y ramas, y por supuesto con mucha harina para la nieve y las nubes de algodón sobre cartulina azul.

Un día bajando con unos ramos de mimosas le hablo de mis miedos:

-¡No podría soportar ver morir a nadie de mi familia, preferiría morirme yo primero!

Vamos creciendo y la diferencia de edad se acrecienta. Ya me siento una muchacha enamorada.

-¡Ahí viene!

-¿Quien?

-¡El que me gusta, pero no mires!

-Si no miro, ¿Cómo quieres que sepa quien es?

-Me da igual, no mires, ¡Me muero de vergüenza!

Jamás debió de saber que me gustaba tanto. Nos distanciamos. Yo seguía con mi carrera de Magisterio y salía con mis compañeras de clase. Tengo la Carrera terminada y pongo una clase de niños pequeños en casa, pero tengo que seguir estudiando para opositar y conseguir una plaza (casi todas mis amigas ya están por pueblos enseñando) así que me quedé casi sola y volví a reunirme con Laly y sus amigas. La pedí que me ayudara una temporada con la clase para poder estudiar más. Hizo lo que pudo. Como entre los niños estaba su hermano pequeño y dos primos, a ratos cachondeo puro y duro, pero le cogieron cariño.

Aprobé, ya tengo mi plaza en un pueblo precioso y además por compañera a una amiga del Colegio. Ya solo vamos a Torrelavega los fines de semana en autobús.

Tengo 24 años. Necesitamos ir a Santander a por libros del Colegio y si cogemos el autobús encontraremos la librería cerrada, así que le pedimos a unos señores que son de allí y trabajan aquí que por favor nos lleven. A mi compañera la llama su madre por teléfono para que coja un autobús antes y la acompañe al médico.

Me voy con ellos; una mujer del pueblo nos para y nos pide que la dejemos en el siguiente pueblo para ir a la peluquería. La dejamos y seguimos ruta.
De pronto un autobús…

-¡Qué pasa! ¡Dónde estoy!

-¡Ya no veré morirse a nadie de mi familia!.

Mª EULALIA DELGADO GONZALEZ
Noviembre 2009

ENTREVISTA

Veréis, Uve y Jane, estoy un poquito nerviosilla estos días. Anoche di un paseo hasta esa atalaya que me suele sacar de muchos apuros. Sí, es igual que en el alto y destartalado mirador del faro, suelo ventear algunas situaciones complicadas, pero si la cosa es muy dura, entonces me traslado a la Marisma. Esta vez tan solo era una forma de relajar y pensar en esa entrevista que me harán mañana, temo a los escritores y periodistas, son sonsacadores y liantes… Ah, pretende hacerlo en unas 25 líneas, esto me saca una sonrisa, las líneas son como las galletas, depende cómo las hagas, finas o gruesas, pequeñas o grandes. Jajaja.

Desde luego que es una noche oscura, se ven a lo lejos las luces de Gerra, resplandecen las intermitencias de un tractor, quizás terminando sus tareas con el ganado. Con el alma ya calmada retomo el camino de vuelta, oigo el incesante ruido del mar, de vez en cuando alterado por el romper de las olas, aún con ese rugir natural que tapa los ruidos de la actualidad; se siente el silencio.

Llegué a la biblioteca y ya estaba allí la periodista.

-Buenos días, soy Sole Pérez, quedamos por teléfono.

-Hola, ¿qué tal? Es cierto, encantada, pues cuando quieras comenzamos.

-Creo que estará contenta con esta séptima edición de su libro. ¿Lo esperaba?, ¿por qué no utiliza su auténtico nombre?

-Por supuesto que estoy contenta, ni en sueños lo esperaba y no utilizo mi nombre simplemente porque es extremadamente largo. -(Que manera de interrogar, sin respirar me tiene).

-¿Le importa decir su edad?

-En absoluto, he cumplido 627 meses el 26 de octubre.

-¿Qué libros le han gustado últimamente?

-Pues uno que siempre está cerca de mí es “El profeta”, de un escritor nacido en Líbano en 1883, llamado Gibrán Jalil Gibrán. Es una especie de filósofo que nos presenta las vivencias de entonces, y leídas hoy siguen estando vigentes. “La Catedral del Mar”, “Cometas en el cielo” y “Cándido y otros cuentos” de Voltaire.

-¿Tiene alguno por leer?

-Claro que sí, demasiados, el que quiero acabar pronto porque me lo ha dejado una de mis personas preferidas es “Sobra un Rey”. Tengo en espera los regalos de alguien muy querido en mi vida, siempre acierta con mi momento y la lectura que debo leer.

-¿Tiene algún personaje de ficción que le guste?

-Sí, Mafalda, Mortadela, Obelix, Pocoyó, El Capitán Trueno, ET, etc.

-¿Sus pintores favoritos?, escoja un cuadro, por favor.

-El que más me impacta y que cada vez que repaso sus obras, descubro nuevos detalles es Dalí; en todas sus épocas y maneras de expresar el arte, realista, surrealista, impresionista, puntillista, clásico, etc., es completo. Queda claro que admiro todas las expresiones pictóricas, mi cuadro favorito ahora es: “La persistencia de la memoria”, época en la que empiezan a verse “relojes blandos” y los dedicados a Gala.

-¿Qué música tiene a mano, dónde la escucha y cuál prefiere?

-Toda la música me gusta, incluso las que mis hijas escucharon en la adolescencia, tanto me da un adagio cantado por María Callas o el Ave María, como la adaptación de Eloisa por Tino Casal, melodías latinas, heavy, rock, disfruto los conciertos en directo de los clásicos. Suelo escucharla dentro del coche, estoy conmigo misma y además canto o tarareo sin vergüenza.

-¿Cómo se ve Estéticamente?

-Pues eso me lo definió una amiga peluquera hace unos años. Tienes unas bonitas piernas y una preciosa nuca. Yo reía porque pensé que el problema entonces es cuando me doy la vuelta, jajaja.

-¿Cómo definiría su forma de ser?

-(Recuerdo que comenté con un colega de escritos que la cuestión sería tomar lo que los demás ven y la parte que yo creo que soy, de eso se hace un término medio y a correr, nos reímos ambos).

Pues verás, la gente me dice que soy fácil de prever, yo creo que eso es del todo imposible por una sola razón, ni yo misma sé cómo responderé a las situaciones. Creo que intento respetar y comprender, si me es posible ayudo, mantengo curiosidad para experimentar, me dicen que siempre tengo en la boca “porqués”. Mi abuela decía que era “Abogado de pleitos pobres”, creo que ahora se llama empatía, tengo la suerte de ver la parte buena de las personas y más suerte aún de no aborrecer; aunque lo he intentado, me sale mal. Tengo carácter y un poquito de “mal café”.

Una persona preferida me llama Ana, por "analizadora", soy inquieta y pertinaz, quizá hasta el aburrimiento ajeno. Me importa un pimiento lo que digan los demás pero tampoco les provoco, sabiendo que medio mundo habla del otro medio (a veces lo hago también), según mi abuela no se sabe de nadie ni aun viéndolo. Algo que me fastidia son los informativos de hoy en día llamados serios, para mi modo de ver son cotilleos a otros niveles, la supuesta información la han aderezado de un cierto morbo, sacando al aire vidas particulares y dejando de lado lo importante, se parece cada vez más al cotilleo porque sí.

-Bien, recojo la indirecta y por hoy tengo ya la suficiente información, nos veremos en sus próximas ediciones. Gracias.

-De nada, un placer.

Bueno, Jane y Uve, la cosa ha sido leve, contesté lo que me pareció general y ella se fue contenta, veremos los cambios que hace… Esto sí que ha sido “Fantasía” y lo escrito hasta ahora cuento. Espero que se aprecie una sonrisa en vuestras caras después de leerlo, con eso ya me conformo. Hasta la próxima con un abrazo imaginativo.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte.de la Barquera
18 de noviembre de 2009

SOLEDAD

Nunca se lo dijo en vida, pero quizás sea a partir de ahora cuando realmente comience a disfrutar de la presencia de su marido. El hecho de tenerlo presente en vida nunca le proporcionó la compañía que ella necesitaba.

-Ahora me escucharás, estoy segura. Ya no podrás darte la vuelta y huir cuando algo de lo que te diga no sea de tu agrado.

Tu cuerpo se ha ido hoy que has fallecido, pero hace mucho tiempo que tu espíritu dejó de estar presente en la vida cotidiana de esta casa y de esta familia.

A partir de este momento las cosas cambiarán. No te volveré a ver pero comenzaré, por fin, a sentirte cerca de mí cada vez que te necesite, después de muchos años viendo cómo la distancia entre tú y yo aumentaba a pasos gigantescos.

¿Cuándo comenzó tu marcha? Ninguno de los dos sabríamos decirlo ¿verdad? Fue muy poco a poco, casi imperceptible al principio, y aumentando día a día con el roce de la convivencia, hasta llegar a la situación en la que nos encontramos. La más miserable de las soledades, la más dolorosa, la que aun estando acompañados, nuestra vida transcurre en una cámara acorazada de donde no somos capaces de salir, ni mucho menos dejar pasar atisbo alguno de vida externa.

-Echo de menos muchas cosas. A ti no, ¡ya no!.

-¿Me quisiste en algún momento?

Sí, al principio sí; pero nunca me lo dijiste, al menos con palabras. Tú eres un hombre duro “hecho y derecho, con pelo en pecho” como le gustaba decir a tu madre en las contadas ocasiones en que, no soportando ya nuestra situación, buscaba consuelo y ayuda en ella como mujer que era también.

Los hombres como tú no se pueden rebajar a esas cursilerías que tanto nos gustan a las mujeres copiadas del mundo del celuloide y de la novela rosa.

Los “hombres duros” no entendéis esas paparruchas del “te quiero”, o del “te necesito”.

Vosotros trabajáis duro para que nada falte a la familia. Es lo que os han enseñado, no hay espacio para más en vuestra conciencia.

-“Me he casado contigo ¿no? ¿Qué más quieres?”

-Pues te quiero a ti, ahora te lo puedo decir, y necesito que tú me quieras. El sentimiento de amor, de cariño, de la comprensión, del apoyo, del ánimo, en los momentos difíciles de la vida, no ocupa tiempo ni espacio. Una sonrisa, una caricia, un guiño cómplice son actos suficientes por sí solos para hacerme sentir que estamos juntos. Triste realidad la nuestra; tener que morir tu cuerpo para recuperar tu espíritu.

Laura González Sánchez ©
Noviembre 2.009

VIDAS

Estaba solo, rodeado de personas que iban y venían por una avenida de la gran ciudad. Cuando llegó a la estación del tren, esa misma mañana, tuvo el deseo de llamarla por teléfono y decirle “ya he llegado“, pero ese pensamiento duró poco, ya que sabía que ella nunca más le respondería. Un escalofrío recorrió su cuerpo, volvió en sí y emprendió la marcha hacia su cita de negocios.

Mientras transitaba la ciudad iba absorto en sus pensamientos, todo le recordaba a ella, estaba en todas y cada una de las calles, esquinas, plazas, pero no la vería jamás, no oiría su voz, ya no la abrazaría... Siguió caminando cabizbajo, notaba que iba encorvado, se sentía solo. Pese a ir elegantemente vestido para la ocasión, cuidada su media barba, su seco y caro perfume, esto que en otras ocasiones le daba seguridad en sí mismo, ahora no. Estaba indefenso, pequeño como un fantasma en la gran ciudad tantas veces recorrida junto a ella.

Era un hombre alto, esbelto, elegante, entrado en los cuarenta, atractivo, por donde pasaba dejaba huella. "¿Y ahora qué soy?", se preguntaba, "sin ella, nada". De frente topó con una joven asiática vendiendo flores: “cómprame una rosa“, le dijo, “tendrás suerte en el amor”. La compró, sonrió, la olió y la guardó en su flamante maletín de piel marrón.

Había anochecido y por fin llegó al lugar de su cita. Antes de entrar respiró profundamente, puso su mejor sonrisa. Con paso firme y seguro se dirigió a la mesa del restaurante donde le esperaban, había varias personas ya sentadas... el consabido protocolo de las presentaciones, los aperitivos... conversaciones entre plato y plato... los postres.

Más tarde una copa en otro local de moda, la charla. De pronto, no supo en qué momento, ni cómo pasó, una de las personas, una mujer, le despertó un interés que creía nunca volvería a sentir. Se negaba, todo estaba pasando muy deprisa ¡no puede ser!, se decía.

Ella era alta, rubia, divertida a la par que discreta, femenina en sus movimientos y opiniones, como si no le gustase destacar. Ambos se dieron cuenta de la chispa surgida entre ellos, ¡Así como un chasquido de dedos! Ella delicadamente cogió un cigarrillo, él lo encendió... Comenzaron a hablar animadamente, en ese momento estaban solos entre tanta gente, las horas pasaban sin apenas notarlo.

Al final de la velada, estrechamiento de manos, despedidas, él no sabía qué hacer, estaba indeciso. En un impulso abrió su maletín y le ofreció la rosa y le pidió su número de teléfono. Sin dudar ella se lo dio. Complacida y con la flor ya en su mano, se despidieron con un beso en la mejilla, mientras él, recordaba sentimientos olvidados.

Esa noche, solo en la habitación del hotel, apenas pudo dormir, ilusionado, confuso y ¡vivo! de nuevo...

Hay dos finales para esta corta historia; ¿Desde ese día su vida cambió por esa llamada telefónica, que cerró una puerta y abrió otra?, o muy al contrario, ¿No fue capaz de marcar los nueve números de su posible nueva vida, y se quedó en un pudo ser y no fue?...

Lo dejo en vuestra imaginación.

Ana Pérez Urquiza ©
Noviembre 2009

DECIR ADIÓS

Mucho tiempo sin venir a verte, sin acudir a tu lado a dejar unas letras, a depositar quizás unos suspiros y unos sueños robados al destino ó simplemente a pasear por esta orilla, donde las nubes se juntan con los mares para aquí, dejar volar la imaginación y simplemente soñar.

Vengo hoy y vengo triste, aunque esto quizás no es novedad en ti, que me conoces. El alma se resiente y parece que la vida y la verdad no quieren alumbrar, ni tampoco llegar a su destino.

Es curioso los capricho y vaivenes que la vida puede dar en las personas cuando actúan de buena fé, creyendo y admitiendo todo aquello que los demás les dicen y ofreciendo por su parte la entrega total y la generosidad sin límites ni reserva.

Porque en realidad, la vida, es ese algo tan sencillo, como encontrar tu propio norte y caminar hacia él sin desviarte nunca de tu rumbo, pilotando con mano firme esa nave de tu vida, y aguantando los temporales y las olas de ese mar embravecido que te acecha y te rodea..

Yo sé, y tu sabes, que las cosas no son fáciles, y que los sueños se estrellan contra los acantilados de la costa, en la mayoría de las ocasiones, y no porque los mismos no quisieran seguir su curso hasta la playa y si es posible hasta ese puerto, donde pudieran dormir en su bahía.

El destino no lo marcan los hombres y parece, que la felicidad prometida, la que un día soñabas de pequeño y leías entusiasmado en aquellos cuadernos juveniles, va quedando atrás, como esa espuma que la proa de tu barca va cortando con su quilla, y poco a poco la realidad va dando paso a ese día a día, con toda su crudeza y con toda la incomprensión de parte de los demás.

Aunque para ser justos tenemos que decir que los otros, esos seres y personas cercanas a nosotros, quizás nos juzgan en virtud de su propia visión, de lo que ellos creen ver en nuestros actos y en nuestras almas, pero nunca lo harán por aquello que podamos sentir en nuestro propio corazón, porque eso es imposible, ya que si ese sentimiento no les ha llegado o no hemos sido capaces de hacérselo llegar, entonces su visión y la que puedan tener de nuestros actos, quedará siempre malinterpretada y de nada valdrán las palabras bonitas, las frases consoladores y menos las excusas.

Sí, ya sé que después de tantos meses, venir ahora con estas letras tristes es un poco feo y más, cuando vas mojando la cuartilla, sin querer, ni poderlo evitar y cuando tu pecho va gritando un nombre que se escapa hacia las nubes, mientras un suspiro se queda helado en tus labios, por la rabia y la impotencia.

Me ves mirando atrás y me preguntas que qué miro y la respuesta es obvia, "miro solamente mis pasos, para ver dónde me he equivocado, donde pisé mal, donde pude hacer daño y sobre todo dónde estuvo mi falta para que ahora mis sueños estén muertos y dormidos para siempre"

No, no hay respuesta amigo, no puede haberla. Tú sabes bien lo que ocurre en mi alma. Me conoces de siempre porque has sido mi compañero y en este tiempo de silencio, desde ese mayo, has estado a mi lado en esta nueva travesía, en esta singladura y en ese ciclo nuevo que empezó una primavera y acaba ahora, en este otoño de mi vida.

Sí, si digo adiós, y digo este adiós con lágrimas en los ojos, y con la certeza de que no he cometido ningún pecado ni tampoco ninguna falta contra nadie, y que mis actos han respondido a esos sueños que mi alma ha creado, y también que nunca quise humillar ni hacer que nadie sufriera por mi culpa.

Como dice el poema, "...Decir adiós es algo siempre triste… es hora de partir, se rompe el corazón, se parte el alma..."

Rafael Sánchez Ortega ©
20/11/09

UN PERSONAJE BUSCANDO AUTOR

Me llamo Nicasio, y en el círculo de mis conocidos me tienen todos por un bicho raro. Yo pienso que soy tan normal como quienes aseguran lo contrario. Esa es la razón por la que busco a alguien que escriba lo que llaman mis rarezas para que, quienes quieran leerlo, puedan juzgar.

Me gustan las mujeres grandes, fuertes y tirando a feas. Los prototipos modernos y estilizados, no me van. Me da la impresión de que son cuerpos quebradizos de cristal que se pueden romper al primer achuchón. Las que yo digo me parecen vigorosas, macizas, capaces de resistir templadamente cuantos embates les lleguen. ¿Acaso soy raro por eso? Hay otros que les gustan los hombres, y hasta conocí a un pastor en Extremadura que le gustaban las cabras. Pero estoy seguro que preguntándoles, encontrarían suficientes razones para demostrar que para ellos, sus gustos eran normales.

Me gusta la soledad que me permite crear para mi goce personal, un mundo imaginario y hermoso de acuerdos con mis gustos, lleno de personajes hechos a medida de mis deseos que aplauden mis verdades, y censuran conmigo lo que a mi no me gusta. ¿Es esto otra rareza? No es mil veces peor la cotidiana realidad que te obliga a escuchar la continua cantinela del amigo a quien la próstata le está jugando malas pasadas, o la abuela que te cuenta las gracias de sus nietos, que ya escuchaste antes contar mil veces a otras abuelas, porque los nietos de cada abuela son siempre los más inteligentes y graciosos del mundo, y que a ti no te importan un carajo las gracias que pueda hacer un chiquitín, que encima ni siquiera conoces?

Me gusta la soledad por lo mucho que me fastidian los espectáculos multitudinarios donde la gente se mueve a empujones, y habla gritando para poder entenderse. Donde te arrastran y pisan gentes que sudan y respiran bufando, y si el espectáculo es musical me aterrorizan los decibelios que entran amontonados por mis oídos y barrenan mi cabeza como un taladro precursor.

Por estas cosas y otras que a lo mejor cuento otro día, me llaman raro. Y además como soy bajito y encima me llamo Ni-casi-o, (menos ya no me puedo llamar,) nadie me hace ni puñetero caso.

Digo que a lo mejor lo sigo contando otro día, porque hoy se me echó encima la hora de enviar a Foncho el escrito, y oye, no se si es que a las neuronas se les acaban las pilas, o es que tengo una mala racha, el caso es que no doy más de sí.

Jesús González González ©
Noviembre 2009

ATRAPADA

Todo lo que me rodea me asusta, esto me pasa desde bien pequeñita y mis miedos en vez de desaparecer con los años se han ido acrecentando, los complejos y vergüenzas los he ido superando pero me angustia sentirme atrapada como en un callejón sin salida por agobios a veces absurdos que me hacen sufrir.

Desde que comenzó el otoño estoy sin vivir pues parece que los sentimientos que tenia a la hora de escribir han desaparecido y estoy agobiada .¿Que le ha pasado a mis sentimientos, esos que me ayudaban a plasmar en el papel lo que sentía?, me pongo a escribir y a mi cabeza llegan mil ideas que a la hora de expresarlas se encadenan y alborotan, las palabras se confunden y forman frases sin sentido, lo que hace que me sienta agobiada y sin recursos a la hora de expresarme.

Intento tranquilizarme y pensar en momentos agradables que he vivido,y sin darme cuenta me adentro en una de esas bellas películas con las que tanto disfruté en mi adolescencia y me siento su protagonista, era una joven que llego a ser emperatriz, me veo en aquella corte rodeada de gente bien vestida para un baile ,llevo un vestido de encajes con corpiño ajustado y una falda abullonada, el cabello recogido con un moño y bailo con un galante caballero un vals, soy feliz y por unos momentos me recreo en esa maravillosa escena.

El sonido de un reloj me devuelve a la realidad y aquí estoy de nuevo, vuelvo a leer lo escrito y me parece absurdo,la rabia y el desaliento se vuelven a apoderar de mi y decido dejarlo durante un rato, miro mi correo y ahí encuentro un bello poema mandado por una persona que me aprecia,lo leo con alegría y me gusta, su titulo es no te rindas,y me hace pensar que a pesar de que todo lo que aquí he escrito no me gusta nada, no voy a rendirme, a pesar de mis limitaciones seguiré intentado que mis sentimientos vuelvan a mi y me ayuden a escribir lo que siento.

Hoy me siento atrapada pero espero que esto sea pasajero y pronto recobre esos sentimientos que estos meses me han hecho tan desdichada.

Flor Martínez Salces ©
Noviembre 2.009

YO


¿Quién soy?

La verdad es una pregunta que me he hecho miles de veces en mi vida, y me sigo haciendo, y nunca obtengo la misma respuesta.

Siempre he pensado que soy dos personas en una, “¿porque?”
Es muy fácil, nunca os habéis preguntado -¿Por qué soy diferente, fuera de mi hogar?

En nuestro hogar nos sentimos poderosos y seguros, sabemos que nadie nos va juzgar y así el “miedo” a ser nosotros desaparece. Pero en cambio, fuera de nuestro lugar seguro, tenemos miedo, y ese miedo nos hace ser diferentes.

Siempre he pensado, que me pasa de todo, sobre todo gracioso, estoy convencida que dentro de unos años harán una serie de mi vida. También es verdad que ayudo a que me pasen estas cosas, porque soy muy despistada, vamos que el que no tiene cabeza tiene pies, y encima le sumas que soy muy cernedora y todo lo que llega a mis manos
Lo cierno, pues que mas quiero.

Vengo de una familia que habla mucho y yo no iba a ser menos, y si además le sumas que al hablar utilizo unos cuantos decibelios de más, pos imagínate.

Vamos uno de los mejores personajes, para una serie ¿o no?, modestia a parte, y ahora hablando enserio, soy una persona normal, que tiene su carácter, pero le deja encerrado en el armario y solo le suelto cuando estoy en casa.

Me gusta la felicidad ¿a quien no?, pero sobretodo me gusta reír, y quien esté a mi alrededor por lo menos no quiero que esté triste, se que es una idea infantil, pero así veo yo la felicidad.

No os voy a contar mas, porque soy de esas personas que cree que una de las mejores cosas que hay en este mundo es poder conocer a la gente tu mismo y así poco a poco que formen parte de tu vida. Así que os animo a descubrirme.

Jezabel Luguera González ©
Noviembre 2.009

viernes, 13 de noviembre de 2009

MARGARITA




Margarita era una niña delgada, de estatura normal. Los ojos azules, el pelo rizado de color castaño. Nacida de una familia de clase media era la menor de dos hermanas.

Sus abuelos la recogían del cole algunas veces. La acompañaban al parque después de la merienda.

En las fiestas de su pueblo llegó un circo y los abuelos decidieron llevarla al circo para premiar su buen comportamiento. Margarita estaba muy ilusionada y entretenida viendo cada número.

Había payasos, perros disfrazados, trapecistas, monos, leones, caballos, elefantes y culebras. Al final se quedó sorprendida de un animal tan grande y tan dócil e inteligente como el elefante.

Una joven sale acompañando a dicho animal. El elefante se agacha y la joven pudo subir por la enorme trompa hasta colocarle en la silla que llevaba el elefante en su lomo. Después de dar varias vueltas por la pista levantó las enormes patas y con las delanteras, solamente se aguantaba ó al contrario, lo hacía con las traseras haciendo el pino y también se permitía hacerlo con una sola.

Margarita no salía de su asombro. Una vez terminada la función, al salir, en un escampado cercano al circo estaba el elefante amarrado por una pata con una cadena bastante gruesa y la misma estaba atada a una estaca pequeña clavada en la tierra.

La niña preguntó a sus abuelos que ¿cómo es que siendo tan fuerte el elefante no arrancaba la estaca de un tirón y se marchaba?. Ellos la contestaron que desde pequeño, el elefante, está acostumbrado a estar amarrado y por eso ni siquiera lo intentaba.

Las buenas costumbres que se aprenden de pequeños, difícilmente se olvidan. Por eso Margarita se quedó tranquila, ya que el elefante estaba conforme con la decisión de sus dueños y les dió las gracias a sus abuelos por la tarde tan inolvidable que pasó en el circo.

María Blanca Santos Gutiérrez ©
Noviembre 2009

jueves, 12 de noviembre de 2009

EL ABUELO


Estoy contemplando la fotografía de mi abuelo de Burgos, con nosotros, el día de nuestra boda. Una cara redondeada y regordeta, casi sin arrugas, con la frente despejada pero todavía con pelo, su media sonrisa, y unos ojos pequeños, picaruelos, junto a unas orejas un poco despegadas, de mediana estatura, y un vientre prominente, “la cuba” como nos decía.

Viene a cuento hablar de él ya que el otro día fue el "DOMUN" y esa fecha estuvo ligada durante muchos años de nuestra vida a la celebración de su cumpleaños, siempre en ese día que era el más cercano al 20.

Cuando cumplió los 80 quiso reunir a toda la familia. (de ahora en adelante, cualquiera sabe). Año tras año, ¡Hasta el año que viene!, nos decía, y así era

Si veía a alguna muchacha guapetona, se le alegraban los ojillos, y mi marido que le tomaba mucho el pelo le decía:

-Abuelo, abuelo… que le salen chiribitas.

-¡El ojo queda aquí! -contestaba.

Era un gustazo ir a Burgos, pasear por el Espolón y “chiquitear” con toda la familia cerca de la Catedral. Aquellos encuentros nos Unió mucho. En el Restaurante, era cuando te dabas cuenta de cómo crecía la familia, llegó un momento en que parecíamos una pequeña boda, ya que los nietos nos íbamos casando y teniendo nuestros respectivos hijitos. El menú casi siempre era el mismo.”paella y cordero asado”, tan bueno como lo ponen en Castilla, que lo bordan.

El problema era que no sabíamos ya que regalarle; mayor y con sus necesidades cubiertas. Un día ví un precioso bastón y a punto estuve de comprárselo. Pero me arrepentí a tiempo. ¡Si aparezco con un bastón, mi abuelo me corre por todo Burgos!

A los 92 años comenzó a usarlo porque se había tropezado en la escalera, y ya cogió un poco de miedo. Se daba su “paseito” todos los días y se tomaba su porroncito de vino con gaseosa.

Teníamos previsto que cuando cumpliese los 100 era de recibo conmemorarlo por todo lo alto, pero al despedirnos de él cuando cumplía los 98 ya no nos dijo como tantas veces ¡hasta el año que viene!, hizo un gesto con el índice hacia el suelo y efectivamente, poco faltó para celebrar su 99 cumpleaños.

¡Que maravilla, poder llegar a esos años y valerse por uno mismo!
Firmábamos todos, ¿verdad?


Mª Eulalia Delgado González ©
Noviembre 2009

EL TIEMPO PULE LAS EXTRAVAGANCIAS


Su voz profunda y sensual me atrajo como un imán. Debería decir, "nos atrajo", ya que acudíamos a él como moscas a la miel. Sus dedos largos y sedosos se extendían sobre mi cuerpo y todos mis poros se abrían para absorber los aromas de su piel. Su mirada me encandiló durante tres años, después se volvió distante, luego fría. Él aspiraba a ser más docto, un dechado de saber, pero sobre todo, deseaba ser libre, "abejorro que vuela de flor en flor sin remordimientos", y me dejó herida como una leona.

La ausencia de José, cumpliendo su deber con la Patria, me sanó, se me bajó la temperatura corporal, y amplié mi campo visual. Un "dandy" al que yo había apartado de mi círculo fue extendiendo su telaraña hasta que me atrapó. Una tarde, en la que había quedado con él, con Ignacio, sonó el timbre. Rauda, como atolondrada, abrí la puerta, pero ¡ay, qué aspecto!, José desafiante me inspeccionaba. Tuve la amabilidad de hacerlo pasar, pero a bocajarro le dije:

-Espero a otra persona, no puedes quedarte.

-¿A quién?, ¿a ese mariposón de Ignacio?

-Sí, y no le faltes al respeto, porque quizá sea más hombre que tú.

Y le invité a salir. Bajaba los peldaños con parsimonia, seguro de que oiría mi voz arrepentida... Pero yo, en aquel momento, sólo quería que Ignacio se demorara, no quería que fuera menospreciado por la dialéctica del adversario y, por nada del mundo, quería que José tuviera la oportunidad de sacudirse de mis palabras: "Espero a otra persona, espero a otra persona".

Mi inesperada revancha estaba servida y ahora le tocaba a él, rumiarla, sufrirla y digerirla.

Pero el revés de la moneda nos presenta a mi más admirado compañero de trabajo, un profesional como un pino. Me es fácil reproducir las alabanzas de sus alumnos y alumnas:

a) Fue el mejor profesor de matemáticas.

b) Fue el tutor más comprensivo.

c) Fue mi gran amigo. Cuando posaba su mano sobre mi hombro me hacía sentir menos torpe, menos disruptivo, mejor persona.

d) Los ocho años que en el Equipo Directivo del Colegio de Vallecas, le convirtieron en un "señor" muy codiciado, pero lloré de alegría, cuando con los libros bajo el brazo, entró en clase y se presentó como nuestro nuevo tutor.

Y pronto se jubilará y acudirá con más asiduidad a las reuniones de compañeros y compañeras. Su voz, tal vez algo cascada, volverá a atraer a amigos y amigas, ¿Y a mi?...

Me he situado en un lugar discreto, en un segundo plano. Sólo oigo las voces cercanas y mis gafas las mantengo encerradas en el estuche.

Isabel Bascaran ©
San Vicente de la Barquera 6/11/09

RETRATO


¿Os habéis preguntado alguna vez que es una foto? Pues yo si, son trocitos de nuestra historia, que compartimos con gente que nos ayuda a construirla.

Sabemos donde nos la hicimos, por qué y sobre todo con quien. Mientras pensaba en el tema de esta semana, mi mente sin darme cuenta fue directa a una foto, o mas concretamente a las personas que salían en ella; una era yo y la otra una amiga.

Imaginaros, lleva ayudándome a construir mi historia hace mas de una década, es de esas personas que te puedes encontrar en una cafetería, o en clase, y ni siquiera te fijas que está, pero en el momento que la conoces empieza a formar parte de tu vida, y sabes que nunca va a salir de ella.

Es muy tímida, aunque a lo largo del tiempo, ha dejado de ponerse colorada, y ha forjado un carácter fuerte, con el que puede enfrentarse a cualquier problema aunque, ella ni siquiera lo sabe o no se cree capaz. Y ese carácter fuerte, que no duro, se ve reflejado en su cara, más concretamente en su mirada, una mirada de ojos marrones, que te puede dejar helado o te puede hacer reír durante horas.

Otra de las cosas que mas me sorprenden es que es una gran Tauro y dos cosas que caracterizan a este signo son ”gran cabezota” por naturaleza, (vamos que casi nunca gano una discusión), y la otra, que son muy familiares, “caseros”, y para ella su familia y la gente que la quiere es lo primero, aunque ella lo hace a su manera.

Sus sentimientos son suyos y compartir ese secreto es una batalla dura de ganar. Me acabo de dar cuenta que físicamente no os he dicho como es, y así no podéis imaginarla, pues bien, cerrar los ojos un poco y dejad que mis palabras os ayuden: es una chica joven, con una melena morena, a veces rizosa y otras lisa, que siempre ella está peinado. Tiene unos ojos morenos penetrantes y con ellos llegas a saber lo que piensa, y un millón de pecas, que la hacen ser única y es esbelta.¿os la imagináis?

Ahora que recuerdo, empecé hablando de una foto, esa foto no existe, porque nunca conseguimos que ese trocito de historia juntas, llegue a describir la verdadera historia que estamos escribiendo. Pero estoy segura, de que un día lo conseguiremos.

Jezabel Luguera González ©
Noviembre 2009

MARTA


Hola Marta, no sabes la semana que he pasado intentando escribir unas letras para definirte y contar como yo creo que eres, bueno lo sabes a medias porque te lo comente y te pedí permiso, y tú me lo diste, pero me ha costado mucho porque me he sentido muy responsable, y a la vez me ha entrado ese miedo escénico que se siente cuando te toca hacer algo a lo que no estás habituado, imaginando que te parecerá a
ti, cuando lo leas.

Lo que si tengo claro es que lo hago con cariño e intentare con humor describir tu personalidad y espero que estas líneas te gusten y no me digas que soy pastelosa.

Porque te diré que no es fácil describir a los demás lo que uno piensa de la persona de la que está hablando, pero como lo prometido es deuda allá voy con ello.

Comenzare diciendo que eres una chica joven, (la edad no me la has dejado poner), esto es cuestión de coquetería femenina, pues lo eres y mucho aunque no quieras reconocerlo.

Naciste en Santander, pero has vivido siempre en Torrelavega en tu querido barrio de Torres, allí vives con tus padres, allí te has criado, estudiado, y en esa ciudad tienes también tus amigos.

Tu pelo es moreno y tus ojos inmensamente azules, tu figura delgada y esbelta, la que luces con esos vaqueros que tanto te estilizan y acompañas con divertidas camisetas y originales jerséis, llevando en los pies esos zapatos o botas de tacón que tan salerosa te hacen al andar, y en el cuello fulares o bufandas a las que atusas con primor.

Trabajas de administrativa por las mañanas, y por las tardes ayudas a tu tío en su negocio familiar, además de visitar a tus abuelos a los que das mimos y atenciones.

Los ratos de ocio los disfrutas con la pandilla de amigos en los pubs de la “zona” con los que también acudes a esos conciertos de rock de los que eres una apasionada, y en los que te quedas afónica de tanto chillar.

De tus gustos masculinos se que eres muy escogida a la hora de elegir y te embelesas y embobas con los actores de tus películas preferidas, he comprobado la cara que pones cuando ves alguna foto de alguno de ellos.

Las vacaciones las disfrutas a tope viajando por diferentes partes del mundo para conocer sus culturas y monumentos, y algún fin de semana te escapas a disfrutar de algún concierto planeado con muchos meses de antelación.

Tu carácter puede sorprender en algunas ocasiones, ya que puedes ser la más dulce y melosa y en un momento pasar a un arrebato de enojo si algo no te sale bien, durante ese breve espacio de tiempo te vuelves gruñona y protestona, sobre todo si tienes que subir a buscar folios a los archivos, pero es fácil volverte a la realidad y conseguir hacerte sonreír, y ver ese brillo en tus maravillosos ojos azules.

Tus muecas son irrepetibles y tus aspavientos con las manos, más no te digo nada si te da el lumbago, ya que tus andares no los imitaría ni el genial Charlot.

Bueno Marta creo que ya voy a finalizar pues no quiero ser pesada y cuando lo leas te parezca interminable, solo te pido una cosa, que lo hagas despacio y pienses que está escrito pensando en ti, como yo te veo, lo que no quiere decir que seas así, pero es lo que he sentido, lo que comparto contigo todos los días, esos ratos que aunque son escasos, disfrutamos como compañeras y de los que gozamos, pues cosas como estas hacen que la vida sea más agradable de disfrutar con nuestras virtudes y defectos, pero por encima de todo con nuestro cariño y respeto, que espero podamos seguir compartiendo durante muchos años más.

Con todo mi cariño para ti.

Flor Martínez Salces
Noviembre-2009

LORENZO


Nunca supe de su pasado. Ni procedencia, ni ascendencia. Ni siquiera apellidos, e imposible calcular su edad, porque su rostro inmutable jamás reflejó el paso del tiempo. Sólo supe eso: que se llamó Lorenzo y que vivió en Vallines muchos años sirviendo como criado para todo lo que pudiera valer en casa de Juan José, un jándalo viejo y solterón, de cabello descuidado y canoso como su barba que afeitaba de tarde en tarde.

Lorenzo era pequeño de estatura y redondo. No es que fuera una circunferencia, ni tampoco una bola, pero era redondo. Corto de piernas y largo de brazos. Lorenzo era zambo, daba pasos cortos al andar, y se mecía ligeramente. Sus piernas cortas eran tan arqueadas que a mi me hizo pensar si le habrían criado montado sobre un pony y atados fuertemente los pies uno junto al otro bajo el vientre del animal. Tenía la cabeza redonda, y sobre ella, un escaso puñado de pelos rubiascos y revueltos en rededor de una calva. Los ojos eran redondos también, pero expresivos, vivarachos y alegres. Lorenzo tenía permanentemente puesta una sonrisa en la boca, y sin embargo Lorenzo era tonto. Era un tonto atípico porque era expresivo y sonriente. Generalmente, creo yo, los tontos suelen ser de expresión pasmada y sonrisa difícil. Presto siempre a la charla; cuando se le preguntaba algo sonreía antes de responder, y cuando respondía se encogía un poco, y acentuaba su sonrisa en posición de espera; si, aguardaba tu réplica dudando, porque según tu contestaras sabría él si lo que te respondió primero fue o no fue acertado. Alguna vez llegué a sospechar que Lorenzo era consciente de sus escasas luces y por eso esperaba de forma dubitativa la reacción de sus interlocutores.

Lorenzo vistió siempre ropa caqui de militares, que sin duda compró su amo a bajo precio en deshechos de nuestra guerra civil, y el día que alguien le regaló un gorro con borla roja se sintió capitán general. Aquél gorro permaneció días, meses y años sobre su cabeza, y siempre que alguna persona le hacía mención a él, preguntaba:

-¿Estoy guapu, estoy guapu?

Más tarde le regalaron una trompeta, y Lorenzo, además de tener redonda la cara puso redondos y rojos los mofletes inflados de tanto soplar. Lorenzo sopló la trompeta de día en los prados de Canaleria mientras guardaba las vacas, y de noche subido al tejado de la socarrena porque el amo no le dejaba tocar en casa.

-¿Toco bien, toco bien? –Lorenzo siempre preguntaba dos veces.


Aquella trompeta que en manos de Lorenzo fue al principio un motivo de diversión para los vecinos de Vallines, llegó a convertirse en un martirio para los mismos cuando el tonto aprendió a tocar diana, y se sintió como obligado a despertar al pueblo todos los días a las siete de la mañana.

Lorenzo que, como se decía entonces, nunca tuvo más sueldo que “lo comido por lo servido”, fue fiel al amo como el más fiel de los perros. Trabajó de sol a luna sin domingos ni descansos, sin quejas, sin protestas, aceptando siempre lo que el amo mandaba porque para eso era el amo, y sin embargo fue feliz como nadie cuando se le decía que estaba guapo con su gorro de legionario o que era el mejor trompetista del mundo.

Solamente una vez en su vida robó al amo Lorenzo. Fue un atardecer de otoño que soplaba suave el viento del sur. Los nogales de la corralada empezaban a desnudarse de sus hojas pintadas de ocre y marrón, y aprovechando las primeras sombras que el anochecer esparció sobre el corral, entró en el gallinero. Anduvo con sigilo hasta los ponederos, cogió de ellos solamente dos huevos que ocultó en lo más profundo de los bolsillos del pantalón caqui, y silencioso como una comadreja, salió a la calle. Ocultándose tras el morio de un prado bajó hasta el cruce al que no tardaría en llegar Josefa la lechera que venía de entregar al camión de recogida la leche vendida aquella tarde.

Cuando Lorenzo escuchó los cascos del caballo sobre la carretera saltó del prado, y por la parte trasera subió al carro de un salto. Sacó del bolsillo los huevos y se los ofreció a la pobre vieja, mientras le decía.

-No se lo digas a Juan José, pero te los doy si lo haces conmigo.

Esta vez no lo pudo repetir dos veces. Josefa, que por años bien podía ser su madre sino su abuela, le sacudió con la fusta del caballo, y Lorenzo saltó del carro y se ocultó de nuevo tras el morio del prado.

A la mañana siguiente no sonó la trompeta en Vallines tocando a diana, ni jamás volvió a sonar en los amaneceres. Solo al caer de las tardes sobre el tejado de la socarrena se volvieron a escuchar notas confusas llenas de melancolía.

-Paéz como si el chiflu de Lorenzo estuviera llorando… -Comentó otra vieja del pueblo.

Jesús González González ©
Noviembre 2009

UN PASEO POR LA MARISMA CON …


Hola Jane, te presentaré a una persona interesante, hacía ya tiempo que quería hacerlo y ahora es el momento.

Ya que ahora nos conocemos, iremos desde Abaño hasta la Marisma caminando, es una forma de ver lo que recorríamos de pequeños hasta la escuela, cuatro veces al día invierno y verano. El día es perfecto, corre una ligera brisa de sur, con unos 19º de temperatura, mientras bajamos vemos algunos robles y cagigas, plantaciones de maíz y ya se vislumbran los eucaliptales del malecón, que hacen frontera con el río Escudo. Con ellos sustrajeron terreno a la ría, en principio hace ciento y pico de años se dedicaron a pradería, se plantó tabaco y maizales, aproximadamente tiene una extensión de un kilómetro cuadrado.

Verás Verónica se distribuía en varias zonas, una vez pasado el puente a la derecha está la Marismuca que era como una marisma pequeña e independiente de la demás, ahora pradería y gran manzanar. Desde este otro malecón, nos bañábamos de pequeños en el río.

El Chalé que era donde se habitaba, una casa inmensa de grande y alta, grandísimos ventanales, tenía cuatro entradas, en la sur lo que fuera la casa de los guardeses y las cuadras de los caballos y carretas, luego se destinaron a cubil y gallinero. Se construyó por indianos y era realmente adelantada para aquellos años, constaba de todo lo necesario para distribuir el agua corriente a la cocina y cuarto de baño.

Estaba rodeado de tierras para legumbres y verduras, limoneros, manzanos, perales grandísimos de invierno y otros de julio, ciruelos rojos y amarillos o japoneses.

Otra zona era el Caserón, se llegaba a él a través de una parte de monte húmedo y sombrío, producía miedo, alguna herida, remojón y encuentros con algún reptil o batracios escandalosos. Era de grandes dimensiones, se utilizaba como prado y se recogían las frutas de sus muchísimos manzanares, es curiosos se conservaba un rosal que más bien parecía un árbol adulto por lo grande que estaba, cerca estaban las ruinas del gran caserón donde habitó alguna familia.

Por un camino que nos evitaba con un pasadizo o mínimo puente de mojarnos, pasábamos a la casa Chea, otra vivienda de vecinos de antaño. Está por su parte noroeste rodeada de un canal de agua, que se mueve gracias a las compuertas para renovar el líquido interior y que no se estanque. Está poblada también de manzanos, una extensa
llanura de pasto que nos costaba sudores recoger o secar la hierba, según fuera la estación.

En esa misma parte de entrada, nos llegábamos a lo que denominamos la Isla igualmente por un pasadizo, hecho con madera de eucalipto y barro, se mantenía gracias a las hierbas y juncos que salieron encima. Era casi una especie de istmo, por la única porción del paso que unía este terreno, otra pradería con manzanos y ciruelos de claudias, rodeada por completo de agua y pasando el canal daba a la
parte del relleno más grande, así mismo nos dejaba frente a la cuadra y al puente por donde entramos. Ese lugar producía un pasto, tanto para que lo pacieran las vacas como para su secado, peculiar pero alimenticio en extremo. Todos estos terrenos se anexionaron a la finca.

Esta posesión era de un marqués, seguramente pariente o algo así de los propietarios en origen, de hace más de un siglo, parte de ella fue una concesión a 100 años, ahora parece que serán derrumbados o dejar romper los malecones. Propiciará la salida del barro y tierra envenenada por los eucaliptos y otros sedimentos acumulados hacía la ría, en busca del ecologismo y vuelta atrás de estos cerrados. El
problema que se ve venir, es que tapará y envenenará los ricos criaderos de moluscos, gusanas y peces que se dan naturalmente ahora, de una de las rías más sanas de todo el norte, esto podría regenerarse en unos 200 años, quizás sea un alto precio.

Por aquellos años estuvieron los negocios de plantar los tabacos para estraperlo, se tapaban con los panizos, que además de quitarlos de la vista, les producen protección para una cosecha de buena calidad.

Siempre conocí la empacadora de maíz que entonces, una vez acabado el fardo, se ataba con cuerdas que llevando en el interior el tabaco. Era curioso aquel cacharro o prensa un tanto moderno para la época. Estaba en la parte de atrás de la cuadra, al lado de un alto y robusto cerezo, era de madera rectangular, de unos 70cm. de fondo, metro veinte de ancho con metro y medio de altura. La madera era de esas fuertes y duras quizás roble, aguantó allí todo lo que recuerdo de mi vida.

Dice mi hermano que posee una excelente memoria, que quizás se plantaran después los eucaliptos, más tarde los manzanos y demás frutales. Por aquella había nutrias, zorros, ardillas, roedores, patos de toda raza, volacicos, garzas, gallos reales, milanos, lechuzas, todos las aves de pequeño tamaño, lobos, ranas a montones, lubinas, mubles asalmonados, truchas, jarguetas, doradas, anguilas, angulas, mariposas, algún que otro insecto menos agradable, en fin todo tipo de animales.

Me ha dicho que había allí una gran caldera para cocer los eucaliptos y conseguir bálsamos y aceites concentrados para su venta y manipulación. Hace unos treinta años, se vendió para sidra de Asturias una recolección de 110.000 kg .de manzanas, además de las de consumo para mesa, es posible que se contaran por miles aquellos
árboles. Eran necesarios cantidad de obreros para recogerlas, desde luego también buenos riñones. Había una muchísimas especies, la golden, reineta blanca, roja y de mesa, calabacera que era gigantesca para la obtención de postres, la de la verruga, canal de montejo para guardar en invierno, colloto, la de San Juan en junio, la blanquera, las hospitaleras que eran las que compraban para los centros de salud, etc.

Nuestra infancia con nuestros padres cuidando aquella propiedad ajena, era lo que ahora valoraríamos como deseable, aunque sigo pensando que estábamos en demasiada soledad. Quizás nuestros caracteres se manifiestan a veces demasiado concentrados en nosotros mismos y en lo que hacemos, tanto que parecemos incluso despistados, pero creo que sea la forma de criarnos allí medio aislados.

Se hacía todo entre todos, grandes y pequeños, sin protestas y sabiendo que cuanto primero finalizáramos mejor para llegar a casa y asearse. Merendar aquella tortilla de patatas y cebolla, pescado rebozado, queso y dulce de manzana, cacao frío con leche de verdad, para los mayores café, sentarse aunque fuera en el suelo para
descansar de una buena vez. Ya recuperadas las fuerzas, los padres seguían sus labores y nosotros a nuestras tareas del colegio, leer algún libro o tebeo y cuando se podía, ver aquella tele en blanco y negro que era puro placer.

Nuestra perra se trastornaba cuando veía patos u otras aves en ella, buscaba detrás del televisor para cazarlos. Por la noche en el silencio y penumbra de aquella cocina, sentados veíamos a algún ratón descarado que estaba disfrutando de aquellas imágenes casi a nuestro lado. Eso nos producía cierta sensación de vivir en Disney.

Y ahora Jane es el momento de la presentación. Se llama Verónica “Uve” Azul, es una persona que se interesó por algo que leyó mío, hace unos meses. Físicamente es de estatura media, peso medio, es más joven que yo, tiene el pelo corto, castaño oscuro, ojos grandes, sonrisa amplia, una voz relajada, suave y cadenciosa. Su acento me dice que es de allende los mares, pero aunque sé el país eso tampoco
importa, me interesa más la forma de ser.

Parece que el color azul tiene algo que ver contigo, creí saber por tus letras que te gusta la poesía, he leído lo que escribes, no me atreví a hacer comentarios pero me gustaron. Me dijiste tu época de cumpleaños, aunque no me concretaste cuando, la verdad es que poco cuentas de ti, igual que en tus opiniones desgranas las bondades
ajenas, los méritos, el cariño. Todo eso te es fácil verlo en nosotros porque es probable que también lo poseas.

Advierto que eres tranquila, confiada, un tanto tímida, aunque para mi has estado hasta ahora en el anonimato, eso poco importa yo para ti tampoco me he abierto, tan sólo a través de lo que escribo y tu sabes que hay una parte de imaginación importante.

Si quieres podemos seguir como hasta este día, las cosas y situaciones se dan por razones que se desconocen, para mi así está bien, pero si quieres avanzar en este conocimiento, sin problemas.

Verónica y yo regresamos poco a poco y llegó el momento de la conversación, ella me dijo que su vida tuvo unos malos momentos, que le gusta la lectura, el cine, es dada a investigar lo que ve. Parece valiente y segura de si misma, según nuestros zodiacos seríamos agua y fuego ¡Que interesante! La agradecí en nombre de todos sus apoyos escritos y quedamos para otra vez, yéndose con un abrazo que esta vez fue compartido…

Como ves Jane, hoy ha sido un gran día de paseos por el recuerdo, el presente y quizá por el futuro, te mando un abrazo con el olor de mi naturaleza, intenso, lleno de felicidad y libertad.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. De la Barquera
30 de octubre de 2009

VIVENCIAS


Último lunes del mes de Octubre, siete de la tarde. Una tarde que, aunque de otoño, en lo que a temperatura se refiere, se asemeja a una bonita tarde de verano. Pero el horario solar no deja lugar a dudas y las farolas de la villa ya se van encendiendo poco a poco haciendo ver la cruda realidad.

El tiempo pasa muy deprisa para su gusto y sin que llegue a darse cuenta se encontrará abriendo los regalos que los bondadosos Reyes Magos le dejarán en el balcón.

Las calles están tranquilas, ya no tienen el agobio de la gente que va y viene sin saber muy bien a donde se dirigen. Se puede aparcar fácilmente cerca del lugar de destino, aunque esto último, en contra de lo que le gusta a nuestra amiga, resulta contraproducente para su buena salud. El caminar es muy recomendable y muy atrayente cuando puede hacerse por esos parajes tan espectaculares que tiene a su alrededor pero ¡qué pereza le da el ponerlo en práctica!

La habíamos dejado aparcada cerca de su lugar de destino. Hace aproximadamente un año hacía el mismo trayecto, con la misma expectación e ilusión. En aquella ocasión duró poco la misma, había que decidir y descartar alguna actividad al tener muchos frentes abiertos y los días no contaban con las suficientes horas para atenderlos a todos.

Este año nueva planificación y nuevas actividades. Le gusta hacer un poco de todo aunque pocas cosas le salen todo lo bien que le gustaría, pero nunca perderá la esperanza. Está segura de encontrar, algún día, ese don escondido en todas las personas, algo que le haga llevar a la práctica esa perfección con que a ella le gustan las cosas.

La zona alta del pueblo está tranquila, en estos días más que de costumbre, pues la encargada de la biblioteca está de vacaciones. Ya sabe que las tiene muy merecidas pero el edificio ha perdido esa calidez que se percibe cuando alguien entra y se encuentra con la sonrisa, siempre amable, de la bibliotecaria; últimamente mucho más, si cabe, debido a la bonita etapa de su vida por la que está pasando. Todas las amigas que la quieren sienten un poco suyos los síntomas, pero este será un tema aparte para próximas fechas.

Ahora hay que seguir subiendo un poco más; habrá pocos lugares en España donde haya que subir tanto para encontrarse con la cultura. Esta vez lo que le esperan son unas empinadas escaleras de madera que conducen a la sala multiusos que lo mismo acoge un cuenta cuentos, que una conferencia, un cursillo de Photoshop o un Taller de Escritura. A medida que se va acercando escucha cada vez con mayor nitidez la voz de alguien leyendo en medio de un silencio sepulcral.

Deduce que la voz no es la de la autora del texto leído, por las pausas hechas, fuera del lugar que correspondería y, por la entonación un poco insegura, como si fuera una vacilación, que no sabe muy bien qué le deparará la siguiente frase.

Esta idea tiene que ser cosa del “profe”. No se conforma con enseñarles a escribir, además tiene como objetivo que sean capaces de leer textos inéditos para ellos, y a ser posible sin destrozar su sentido, ni su sentimiento.

Querido profesor, no pidas demasiado, sólo son aprendices en este complejo mundo de la expresión escrita. Algunos son muy buenos, sí, pero aprendices al fin y al cabo.

Se acerca sigilosamente, no quiere interrumpir esa lectura que tan atentamente escuchan todos. Habría estado bien poder verlos sin ser vista pero no es posible. Sonrisas de bienvenida por parte de todos, para no interrumpir, y la de ella de gratitud. Son buena gente, la hacen sentirse a gusto en su compañía.

Al escuchar sus trabajos se pregunta: “¿Qué demonios hago aquí? Todos ellos son realmente buenos en esto de escribir”.

Pero resiste ese primer impulso que le aconseja darse media vuelta y volver por donde ha venido y sin darse cuenta, enseguida, los compañeros hacen que se integre en el grupo participando con ellos en sus lecturas.

-“¡Dos obras que he estropeado!, ¡qué se le va a hacer!” –esos son sus pensamientos mientras íntimamente les agradece su cariñosa acogida. Ha de practicar un poco más la lectura en voz alta para no volver a deslucir los trabajos que, según dicen sus compañeros, les supone tanto esfuerzo parir, pero ella está convencida de que esos son “partos fáciles” y con epidural. Todos poseen el don de saber transmitir pensamientos y sentimientos, y los dones que la naturaleza te ha dado no te hacen sufrir.

Los minutos transcurren entre comentarios, halagos y risas mucho más deprisa de lo que les gustaría a todos ellos.

Al cabo de un rato, que se hace corto, despedidas… pero sólo hasta mañana porque en esta pequeña villa volverán a encontrarse en cualquier momento, en cualquier esquina, y siempre habrá ese saludo y esa sonrisa especial que nace de la amistad creada por el vínculo de la escritura.

Laura González Sánchez ©
30/10/09

FRIEDA


Frieda, voy a llamarle así, una de las personas mas importantes que han pasado por mi vida. Ella es una mujer del Norte de Europa, de mediana estatura, más bien delgada, fibrosa. De pelo muy corto y cano. Sus ojos grises, pequeños, penetrantes, vivos y expresivos. Nariz y labios finos siempre con una gran sonrisa dejando ver sus blancos, perfectos y cuidados dientes.

A sus casi setenta años está llena de vida, es alegre, jovial y positiva. Tiene un sentido del humor increíble ¿fruto de haber vivido aquí en España veintiocho años? No lo creo, nació así, única, irrepetible.

Éramos vecinas porque ya ha regresado a su frió y maravilloso país pero continuamos siendo amigas. Ambas sufrimos la misma gran pérdida tan solo con un mes de diferencia, eso nos unió bastante. En nuestros diarios paseos Frieda con su mascota un perro llamado “Chap“tan especial como su dueña, yo con mi pequeñita, peluda y dulce “Nose“. En estas caminatas hablábamos... reíamos y cuando en ocasiones se nos enturbiaban los ojos, procurábamos rápidamente alegrarnos la una a la otra y así, un día y otro día durante mas de dos arduos años con lluvia, frío sol.

Siempre tenía algo interesante que contar pues su vida ha sido muy intensa, repleta de anécdotas amenas y divertidas. Lo olvidaba todo en estos deliciosos paseos. Ha sido un ejemplo y ayuda para mi, le veía tan fuerte y segura que pensaba si Frieda puede yo también. Me alentó a coger un avión la primera vez que lo hice sola, localizarme el vuelo y decirme: ¡Ana, sales tal día a tal hora¡ Gracias a ese viaje mi vida dio un gran giro (ella lo sabe ).

Me llevaba al aeropuerto me recogía... siempre dispuesta, alegre. Hacíamos escapadas a centros comerciales de compras, un pantalón...una chaqueta... nos probábamos perfumes... ¡qué divertido ¡luego comíamos, lo pasábamos muy bien. Me acompaño a comprar mi coche que también lo hacía sola por primera vez, recogerlo, ella delante con el suyo yo detrás algo insegura al sacarlo del concesionario pero Frieda estaba ahí.

No olvido la siguiente imagen de ella; decidí comprar una campanilla para mi portilla, se ofreció ¡cómo no ¡a colocármela pues bien ese mismo día, apareció ante mí con: una coqueta cesta de mimbre en la que había casi media ferretería, taladro, nivel, tornillos, clavos, martillo, fluxómetro... increíble y en un momento colocada.

Habla bien nuestro idioma con un acento muy divertido lo cual hace que su conversación resulte de lo mas entretenida. Suele decir una frase que ya he hecho mía “Ana Dios está jubilado“, Yo me reía con esta y parecidas ocurrencias, tenía tantas...

He sentido mucho su partida ha sido un soporte muy importante en ciertos momentos pero no quiero ser egoísta estoy contenta por ella ya que ha regresado a su país con los suyos a ser feliz espero, en su larga vida.

Estas letras son pocas para contar todo lo que compartí con Frieda, nunca le olvidare, siempre ocupara un sitio en mi corazón. Soy afortunada por haberla conocido pero he de decir que actualmente tengo la gran suerte de tener muchas Friedas en mi vida.

Ana Pérez Urquiza ©
Noviembre 2009

UN RETRATO


Unos ojos cansados se ocultan tras las gafas. La cara joven, seria y a veces risueña, muestra unos pliegues que bajan por las comisuras de la boca hasta la barbilla. Es difícil determinar la edad que tiene esta persona, pero podría estar entre los 40 y 43 años a juzgar por su aspecto.

A veces levanta la cara y su mirada se pierde en el infinito. Yo trato de seguirla y ver lo que buscan sus pupilas. Los ojos castaños son bonitos, pero tienen como una nube de cansancio en los mismos. El pelo abundante lo lleva recogido en un peinado juvenil, aunque unos mechones revoltosos, apenas dejan ver su linda frente.

Su nariz tiene unos rasgos respingones que ponen un toque muy agraciado y femenino en el retrato. Los labios serios, se abren de vez en cuando, como sacando un suspiro de su pecho sobre una barbilla agraciada que es el capitel de un cuello de cisne, que se eleva de su cuerpo.

A veces sonríe con una sonrisa tímida, como enviando un mensaje al universo, a ese mundo exterior de su vida, mientras su mirada se anima entonces y cobra vida, y aquellos ojillos castaños dejan la nube olvidada y de pronto una chispa, con fuego impetuoso, se percibe en los mismos, como en un gesto de coquetería femenina.

De vez en cuando se pasa las dos manos por el cabello, en un gesto impulsivo, como tratando de apartar malos momentos o recuerdos y buscando ese otro gesto seductor y coqueto, que instintivamente trata de transmitirme; y es entonces, cuando puedo ver un poco más su frente, esa frente tan linda y sin arrugas, aunque también me permite ver alguna cana naciente en ese pelo, como si fueran las hebras plateadas que intentan destacar allí y recordar que nacieron, además de por el paso del tiempo, por esos cientos de problemas que ha tenido que sortear y hacer frente en su vida.

En esos momentos en que sonríe, sus labios, al abrirse, me permiten ver por unos segundos unos dientes blancos, juveniles, de niña aún, y con esa expresión que algunas veces hemos leído en los cuentos.

Su cuerpo de mujer está bien formado y conserva esa envoltura mágica que hechiza la mirada de los hombres, y a la vez la frescura de unos años, que parecen no haber pasado por su vida.

Me fijo en sus manos, con dedos agraciados y bonitos, y trato de adivinar lo mucho que han trabajado en las labores de casa, en los lápices que han empuñado para llevar al cuaderno tantas notas en el trabajo, las caricias que han dejado en el ser amado, y también los deseos de tomar esa mano soñada, la que siempre ha añorado, mientras un leve escalofrío la recorre, y ahora, lleva sus dedos a tomar una taza de café que deposita con pequeños tragos en sus labios para posarla, luego, en la mesa y tomar un cigarro, entre esos dedos, y llevar un poco de alivio a sus labios temblorosos.

Yo la miro tras el espejo invisible donde ella se refleja y capto esos detalles, esos pequeños chispazos que salen de su vida y de su alma a través de los rasgos de su cuerpo. Nada la digo porque nada puedo decirla, aunque no me den ganas de romper ese cristal y dar ese grito que preciso para estar allí, a su lado, pero si lo hago se rompería la magia de ese instante, de ese momento y quizás todo quedaría envuelto en las sombras de los sueños.

Cierro los ojos y pienso en esa escena, en ese momento vivido y trato de ir más allá, de adivinar dónde vive, de saber en qué trabaja, de preguntarle si tiene novio, si está casada ó si es aún esa mujer que deshoja la margarita tratando de buscar el destino de su vida.

Pero al abrirlos me encuentro la mesa vacía, la figura que antes había mirado detenidamente ya no está, quedando solamente la silla vacía que ocupara, la taza del café que apuró en aquellos sorbos y el cenicero con los restos del cigarrillo que habían besado sus labios.

Sin embargo yo fui testigo de ese momento, de ese instante que había recogido con detalle, de esos segundos interminables en que pude contemplar con todo detenimiento a esa figura y hasta creo que algo invisible me llevó a su lado y pude sentir su aroma y el balbuceo de sus labios cuando pronunciaban un nombre... ¡Mi nombre!

Rafael Sánchez Ortega ©
03/11/09