miércoles, 25 de marzo de 2009

SE ACABARON LOS DÍAS DE INVIERNO


Se acabaron los días de invierno
al llegar florecientes las rosas,
al nacer el tomillo y la jara
y formar en el campo la alfombra.

Se marcharon los días tan grises
y volaron sin pena ni gloria
a buscar otras tierras y mares
a cubrir sus campiñas y costas.

Ahora llega la fiel primavera
reluciente de luz en su alcoba,
con las tardes que van prolongando
esas horas, tan lindas y hermosas.

Yo quisiera en la misma fundirme
y beber su licor gota a gota,
y saciar esa sed de mis labios,
y tomar ese vino en tu boca.

Primavera, florida que vienes,
yo te espero desnudo y sin ropa,
deseando que cubras mi cuerpo
que temblando paciente te invoca.

Y también yo te pido que dejes
esa lluvia tan fina que moja
y que riega los bellos gladiolos
y a los lirios los besa y los roza.

Se acabaron los días de invierno
y amanece de pronto la aurora,
con sus rayos de tonos rojizos
y esa bruma en el mar que se asoma.

Viviremos la fiel primavera
sentiremos pasar la gaviota,
mientras surge la vida despacio
y en la tierra las plantas ya brotan.

Y al final, cuando acaben los días,
y vayamos al lecho a deshoras,
sentiremos tu cálido abrazo,
primavera sin par, deliciosa.

Rafael Sánchez Ortega ©
16/03/09

LA PRIMAVERA HA LLEGADO - ACROSTICO



A C R Ó S T I C O

L a primavera
A soma a nuestras vidas

P oniendo una nota de alegría.
R espiramos aires perfumados.
I nmersos en nuestros trabajos
M uchas veces ni notamos,
A ntes de anochecer
V ete, y date una vuelta por
E l campo.
R osas, margaritas, jazmines y
A lhelíes has de ver.

LLeva a tus hijos también.
E nséñales como tu haces a
G ozar de este bien, antes de
O scurecer.

María Eulalia Delgado González ©
Marzo 2009

LA PRIMAVERA HA VENIDO - ACROSTICO


L legaste con tu ropa tan florida
A briendo tus vestidos de colores.

P asaste por mi lado de puntillas
R egando de geranios los balcones,
I gual que las fontanas y los ríos
M e dejan con sus aguas mil canciones.
A veces hasta el mundo se detiene,
V olvemos nuestros ojos a los dioses,
E n busca del milagro que ha llegado
R ozando con amor los corazones.
A ndando corazón, no te detengas!

H oy tienes que latir junto a las flores,
A hora ya no tienes una excusa

V erás nacer, de nuevo, las pasiones.
E ntrégate con todo lo que tengas
N o dejes que el cansancio ya te agote,
I ndícale que busque por el campo
D os rosas florecidas con un norte,
O guárdalas, más bien, con nuestro nombre.

Rafael Sánchez Ortega ©
28/03/09

UN MENSAJE DIFERENTE


Hay mensajes que nos llegan sin palabras y de un día para otro, sin que nadie los pronuncie, sin que nadie los escriba y que vienen a nosotros en el ciclo de la vida.

Hoy tenemos un mensaje diferente, un mensaje renovado, un mensaje de alegría con sus luces más intensas, con el verde de los campos, con los árboles dejándono las flores incipientes que ya salen.

Sin embargo ese mensaje también llega por el mar a nuestra Villa, con los barcos que indolentes coquetean en el puerto, con las playas y sus dunas, con las olas que se estiran caprichosas por la playa, con las voces, de sirenas misteriosas, que se mezclan con canciones de marinos.

Y hay mensaje en las gaviotas que ahora pasan, en su vuelo sobre el agua, en la búsqueda incesante de esa pieza de comida, en el blanco de su cuello que contrasta con el gris de su plumaje.

Y en la noche encontramos el mensaje cristalino en las estrellas que vigilan nuestros pasos, que nos miran parpadeando y nos dicen tantas cosas en silencio.

Hoy las flores se despiertan diferentes, con un aire renovadas, con un soplo y un aliento que las hace más hermosas y hasta el aire del nordeste, con la brisa que nos llega, trae un eco y un mensaje, son recuerdos y esperanzas reunidos, es pasado y es presente en el futuro que ahora vives.

Yo te miro fijamente y te contemplo, te describo y te desnudo con paciencia mientras miro todo esto, mientras siento ese dulce escalofrío que me dejas, ese soplo que acaricia mis cabellos, ese beso que me mandas de mañana.

Has venido, primavera hasta mi lado, y por eso te recojo con cariño. Te saludo y te susurro en estas letras y te digo lo que siento.

"Yo quisiera que me lleves a tu lado de la mano, que vayamos de paseo hasta los cielos, que bajemos a la tierra a ver la misma, que sintamos todo esto que aquí dejas, que gocemos y que amemos a los hombres, que vivamos simplemente nuestra vida, sin dudar y con paciencia, a tu lado y con tu luz, mi querida Primavera"

Rafael Sánchez Ortega ©
30/03/09

PRIMAVERA



Hoy es un día diferente a los demás. Esta mañana, al levantarme, he podido contemplar tu llegada, he visto como lentamente te ibas desperezando de tu largo letargo invernal. A lo lejos asomabas tímida y pudorosa; en silencio te ibas haciendo majestuosa, y en el horizonte aparecían los primeros rayos de tu inmensa luz.

La brisa suave danzaba en mi rostro, caprichosa, susurrándome melodías, que anunciaban tu regreso de nuevo. Tus colores y aromas empezaban a cubrir lo que a tu paso ibas tocando, dejando impregnado en el aire un embriagador olor.

Te has hecho fuerte y robusta, alejando poco a poco a ese invierno crudo y triste, que estaba deseando despedir y, ahora, aquí estas, para regalarme de nuevo, como siempre, tus sentidos que me hacen revivir, que me animan, me alegran, y reconfortan y me hacen tan feliz.

Mañana cuando me levante te daré los buenos días, y te contare de nuevo lo bien que me ha sentado tu llegada; notaré tu brisa en mi cara, me extasiaré contemplando tu luz, respirare tus aromas y volveré a sentirme dichosa con tu encuentro.

Bienvenida primavera no sabes cuanto he anhelado tu llegada.

Flor Martínez ©
Marzo-2009




HAS LLEGADO, PRIMAVERA...




Has llegado ya te siento
Tus aromas me lo dicen
Estoy alegre y contenta
Me reanimas, y revives

Me das ánimo y alegría
Me das calma y sosiego
Me das aire y energía
Me das gozo y sentimiento

Acércate quiero verte
Descubrir bellos olores
Que me embriagan y emborrachan
Que me llenan de emociones

Tus colores me fascinan
Llenan todo de belleza
Y tus flores en los campos
Con aromas los impregnas

Tú brisa suave y serena
Me despierta los sentidos
Me perturba, me acelera
Y me susurra al oído.

Has llegado, te esperaba,
Y tú aire ya respiro
Has llegado en silencio
Y encantada te recibo

Flor Martínez ©
Marzo 2009


LA PRIMAVERA



¿Quién dijo, "la primavera ha venido y nadie sabe cómo ha sido"?... Yo lo sé. Al oir por la mañana múltiples gorgojeos de diferentes pájaros.

Les veo picotear en el césped mirándome descaradamente y se me dibuja una sonrisa, al ver esas cositas tan pequeñas y tan llenas de vida que me transmiten.

En el canalón de mi tejado, de nuevo, están haciendo un nido. El de todos los años por estas fechas. Caen pajitas al suelo, por eso lo sé, y más tarde trocitos de cáscara de huevo.

En otoño se atora el desagüe y lo tengo que limpiar, pero no importa, me enternece.

Las plantas, llenas de pequeños brotes esperan abrirse un poco más tarde. Todo parece nacer de nuevo. Las tardes tienen más luz, el sol calienta tímidamente, las noches son más estrelladas, menos frías.

Yo también resurjo en primavera, como todos ellos, poquito a poco, con mucho deseo de sentir esos rayitos que me templen, los trinos que me alegren y esos pequeños capullos que al olerlos me deleiten.

De mis cinco sentidos se despiertan tres, la vista, el oído y el olfato. Es la estación más bonita del año, en ella, todos vamos a nacer de alguna manera...

¡Hay vida!

Ana Pérez Urquiza ©
Marzo 2009


LA PRIMAVERA


El ciclo de la vida se renueva. Días claros, luminosos, aquí ventosos, con nuestro querido frío y a veces odiado nordeste cuando se pasa de fuerza, pero sin él, se nos echar la niebla encima y casi no vemos el sol.

Los días se alargan y los árboles se cubren primero de flores de donde saldrán las dulcísimas frutas y luego, de minúsculas hojitas que poco a poco van creciendo y dando frondosidad.

El campo pierde ese verde oscuro y triste para convertirse en alfombra jugosa de un verde claro maravilloso, y con sus ríos, que bajan raudos y caudalosos de los deshielos de las cumbres, formar un paisaje idílico y grandioso.

Los pájaros andan muy afanados con sus nidos, llenando la atmósfera con trinos y más trinos. La gran variedad de flores, rosales, prímulas, margaritas, geranios, gladiolos, claveles, etc. dán un estallido de color inigualable. Para mi no hay nada más hermoso y perfecto que una flor.

Es época de preparar la tierra para sembrar en las huertas y mucho trabajo para segar, ya que la hierba crece de forma desmesurada para bien de los ganaderos y jugoso pasto para sus queridas vacas.

En este tiempo, por desgracia, hay muchas pesonas que lo pasan mal por ser alérgicos al pólen y casi no pueden salir de sus casas, pero, por otro lado, las abejas andan como locas, libando el néctar de las flores y fabricando la exquisita miel que tantas buenas propiedades nos aportan, junto con su jalea real y su propóleo.

Poco a poco van llegando los calores veraniegos, nos vamos quitando la ropa y así perdemos un poco la palidez del invierno.

¡Ya podemos ir a la playa!

María Eulalia Delgado González ©
Marzo 2009



viernes, 20 de marzo de 2009

LA PRIMAVERA




El invierno fue duro y largo. Mucha nieve en los altos, y aquí, en la costa, viento, lluvia y frío remontaron febrero hasta conseguir agarrarse a las patas de marzo que estaba naciendo.

Y de pronto, como quien dice hace sólo cuatro días, una claridad extraordinaria que se coló por las rendijas de mis persianas me hizo consultar precipitadamente el reloj; pues no señor, no me había dormido. Era la primavera que se coló de rondón en mi dormitorio con la luz deslumbradora de un día radiante.

Salí a la calle y observé que el blanco manto de nieve que ayer cubría los Picos de Europa, hoy irradiaba reflejos dorados que hacían daño en los ojos. Era la reverberación del sol naciente, porque era también el primer día del año que, limpio el cielo de nubes y brumas, nos recibía vestido de azul intenso.

Pocos días más tarde florecieron los ciruelos de mi huerto, los setos de romero abrieron sus flores malva y el ambiente se llenó de abejas que libaron con fruición.

Cuando bajé al pueblo me sorprendió el Puente Nuevo: los tonos oscuros de los abrigos y paraguas de sus rápidos y encogidos transeúntes, se habían trocado por pizpiretas mocitas de pantalón corto y camiseta sin manga de vivos colores. Media docena de pescadores lanzaban sedal al agua, y a mi izquierda, sobre los pesqueros atracados en el muelle, cien gaviotas se balanceaban como cometas blancas, graznando alegremente.

Bajo los soportales, los restaurantes montaron sus mesas al aire libre cubiertas con manteles blancos, rosas o azules, y sobre ellos platos nuevos y copas de finísimo cristal.

Solo una cosa negativa empaña la bella estampa de primavera: el suelo de los soportales, el más céntrico y paseado, es con mucho el suelo más sucio de San Vicente de la Barquera, y no sólo por los miles de chicles pegados; ni siquiera a uno sólo de sus muchos comerciantes se le vio jamás pasar cepillo y jabón a su trozo de acera.

Pero yo cierro los ojos, lo ignoro, y los abro de nuevo al llegar a la plaza para escuchar la algarabía y las risas de un montón de niños que juegaN en medio de los viejos plátanos.

Las palmeras de El Relleno muestran exultantes sus palmas al sol, mientras pugnan por florecer los arbustos junto a ellas. En la acera, junto al mar, un grupo de turistas llegado de tierra adentro, contemplan ensimismados los botes dormidos sobre el agua, y llama sardinas a los mubles que se mueven frente a ellos.

Y junto a la rotonda del Puente largo, donde está esa escultura que a mí nunca me gustó, buscando el camino de las playas o de La Acebosa se mueven ligeras de ropa las gentes que les gusta caminar, porque la primavera renueva ánimos, y aviva las ilusiones para que volvamos a machar erguidos y esperanzados…

Jesús González González ©
Marzo 2009

martes, 17 de marzo de 2009

RECUERDOS DE LA INFANCIA

La verdad es que no sabría discernir entre lo que realmente recuerdo y lo que a base de escuchar relatos de los mayores le he ido poniendo imágenes en mi imaginación.

Mi infancia debió de ser feliz. Por aquella época no invertíamos mucho tiempo en pensar si éramos felices o no, simplemente vivíamos lo que nos tocaba. No había elección. Por eso creo que fueron felices aquellos años, pues no tengo la sensación de haber deseado que mi infancia hubiese sido de otra manera.

Mis primeros recuerdos los empiezo a situar hacia los cuatro años.No recuerdo muchas escenas, mi mente se ha centrado más en sentimientos que en hechos. No recuerdo cómo era mi primera señorita, (maestra), pero recuerdo sentirme muy querida y protegida por ella. No recuerdo las caras de las personas, pero sí recuerdo los que me querían y a los que yo quería.

Si algo malo tiene cumplir años es que nos vamos dejando personas por el camino, amigas de la infancia, que ya no están, con las que no podemos evocar nuestros juegos, nuestros secretos, ni nuestras pequeñas disputas. El paso del tiempo ha hecho que se borren sensaciones que sólo en la infancia nos está permitido disfrutar o padecer.

Me gustaría poder describir el mundo desde mi perspectiva de niña, pero mi círculo era muy reducido y mi visión en aquellos años era muy corta. No, no era sólo mi miopía la que no me permitía ver las cosas, era el aislamiento informativo al que nos tenían sometidos a los niños, y mucho más a las niñas. Nuestro afán de saber y de aprender, propio de la edad, lo teníamos muy limitado por parte de nuestros mayores.:

-"Eres muy chica, (pequeña), todavía...."
-"Cuando crezcas lo sabrás..."
-"Ya tendrás tiempo...."

Pero el tiempo pasó muy rápido y lo que no aprendimos en su momento quedó pendiente y se acumularon muchas dudas y preguntas sin respuesta.

-"Ya crecerás...." -nos decían.

Ya hemos crecido y atrás siguen estando nuestras dudas infantiles.

¿Dónde está Fulanito que me sentaba en sus rodillas para contarme historias, y ya no está?, ¿Dónde está Menganita que me invitaba a comer los dias de lluvia para evitarme la larga caminata desde la escuela hasta mi casa entre charcos y barro?

-"Cuando crezcas lo sabrás."

Ya he crecido y la angustia vivida no se olvida. Las sensaciones perduran en el tiempo. Los juegos en la calle, no, en la calle no, que soy de "pueblu", en los caminos. ¿Nuestros juguetes? Cualquier bicho que encontrábamos por el suelo (morugas, grillos, hormigas...), palos, barro, agua, cuerdas. ¿Nuestros amigos? Todos los niños del vecindario y de todas las edades que jugábamos juntos. ¿Frustraciones infantiles? Quedarte el último sin elegir en los grupos de los juegos. ¿Los enemigos? Mis hermanos dentro de casa, los mismos que fuera se partían la cara con cualquiera que osara meterse conmigo.

Infancia o niñez, ¿cuándo termina?...

Mientras vivamos tendremos mucho de nuestra infancia, ella ha sido la base de nuestra formación como personas y si tenemos la dicha de vivir muchos años tendremos la oportunidad de vivir otra niñez, pero en esta ocasión serán nuestros hijos quienes nos enseñen a salir adelante como nosotros enseñamos a nuestros mayores en su segunda infancia.

¡Ojalá así sea!

Laura González Sánchez ©
Marzo 2009




NUESTRA INFANCIA


Nuestra infancia fue feliz
rodeados de atenciones,
entre mimos y arrumacos
criados entre algodones.

Nuestros juegos inocentes
en la calle disfrutamos,
con la comba el tiragomas
y canicas en el barro.

Crecimos saboreando
el ansiado pirulí,
pastillas de leche de burra,
y el sabroso regaliz.

A la cama nos mandaban,
Cleo, Tete, Maripi,
Pelusín, Coletitas y Cuquin
y contentas a dormir.

Por las fiestas nos compraban
un traje para estrenar,
guardado después con mimo,
no se fuera a estropear.

Con la cartilla del cole
a leer aprendimos,
y en los cuadernos de Rubio
las letras escribimos.

Caperucita y el lobo,
Blancanieves y los enanitos,
leíamos con entusiasmo,
y también los tres cerditos.

Y ahora que somos mayores
con nostalgia recordamos,
la infancia que ya vivimos,
y la que tanto añoramos.

Flor Martínez ©
Marzo 2009


LA NIÑEZ

La niñez es una etapa
que no se olvida jamás,
es un corazón sincero
de inocencia sin maldad,
si le miras a la cara
derrocha alegría y paz.

Me apasiona cuando hablo
de mi infancia ya lejana,
me recuerdo de pequeña
cuando mi madre dormía
y me cantaba una nana.

Cuando ya era mayorcita
y a los reyes con ahhelo,
muy nerviosa esperaba
a la mañana siguiente
una muñeca de cartón
a la vera de mi cama,
¡qué alegría tan grande!
con poco me conformaba,
por eso los Reyes Magos
a todos los niños les traigan
aunque sea una muñeca
o un avión de lata.

Las niñas que sean felices
a esa edad tan temprana
y recordarán con alegría
su buena y bonita infancia
a los niños hay que cuidarlos
ellos son el porvenir de mañana.

El maltrato a los niños
es una gran infamia
hay padres que son perversos
o algún sentido les falta
¿qué podrán recordar esos niños
de su infancia el día de mañana?

M. Blanca Santos Gutiérrez ©
07/03/07

lunes, 16 de marzo de 2009

EL PUENTE


Me encuentro al otro lado del puente que forma mi vida. En realidad me vuelvo un instante, en esta tarde azul y con nordeste, para contemplar todos esos ojos salvados, todas esas etapas cruzadas a través del tiempo y veo, a lo lejos, en la otra punta del puente, aquel rincón de la infancia.

Cuando la analizo y me veo en ella, cuando retrocedo a esos momentos vividos de niño que hoy surgen como imágenes borrosas, pero vivas aún, en el recuerdo, me doy cuenta de la grandeza de ese tiempo ya pasado y que sin duda fue la cuna y la base de lo que yo pueda ser hoy, este caminante que se ha detenido un instante al otro lado del puente.

Es cierto que la niñez es un periodo de crecimiento, de absorción de conocimientos que nos desbordan los sentidos; es cierto también que es la época más egoista del ser humano, ¿pero quién no ha sido egoista en esa etapa?, ¿quién no ha buscado ese beso, esa caricia, esa mano que le roce y esos labios que le digan la palabra amable y la que él desea?

Yo veo a esa figura al otro lado del puente y la veo con unas arrugas precoces en su frente de niño; también le veo con aquellos sueños que llevaba en su alma mientras buscaba los personajes surgidos en los libros y que él, iba dando forma con su fantasía. Le veo crecer en un hogar humilde, en medio de la pobreza, sin juguetes, vistiendo ropa usada y que venía de muy lejos; le veo subir al colegio y tratar de adivinar el contenido exacto de lo que explicaba su profesor en aquel aula.

Pero también veo a esta figura en aquellas tardes interminables y que sin embargo siempre sabían a poco, porque pasaban en un suspiro. Le veo en aquellos atardeceres mirando al sol ocultarse tras las montañas, y le veo, ya más tarde, en el final de su infancia, cuando cambió aquel escenario, por el de la costa, allí en la barra, contemplando a los barcos que rompían la línea del horizonte, mientras el sol se fundía en las aguas, dejando aquel color rojo intenso.

No sé cuántos ojos tiene este puente ni cuántos me separan ya de la infancia. Lo que tengo claro es que aquella fue una etapa hermosa, quizás la más hermosa de mi vida y que la misma sigue viva, que la recuerdo con el cariño del momento ya pasado, que la añoro a veces por lo sencillo que todo me parecía y en especial, porque de ella surgía ese algo que hacía que mi cuerpo se estremeciera, que sintiera el soplo de la brisa en mis cabellos, que notara el latido de la vida en el mar y las estrellas.

¡La infancia y hoy!, hermoso puente que separa esos dos momentos de una vida, de mi vida.

Sin embargo, aunque admire aquella infancia, aunque la añore y la tenga muchas veces en mi recuerdo y vuelva a ella para vivir viejos sucesos, no renuncio a mi hoy, a mi realidad, a mi día a dia, en este otro lado del puente en el que vivo. Porque en definitiva, yo soy quien soy, con mis defectos y virtudes, gracias a aquellos primeros ojos de ese puente que comencé a cruzar, hace ya muchos años.

Rafael Sánchez Ortega ©
16/03/09

viernes, 13 de marzo de 2009

AQUELLAS TARDES DE NIÑO



Aquellas tardes de niño,
con sus blancas marejadas,
con cariño, las recuerdo,
otras tardes ya lejanas.

Fueron tardes que quedaron
en mi vida, tan marcadas,
que las siento fuertemente,
ahora mismo en la distancia.

Yo era niño, casi un crío,
con mi ropa remendada,
que jugaba con amigos,
a soldados con espadas.

Y entre juegos y aventuras
al colegio yo llegaba,
a estudiar en los catones
y escribir en las pizarras.

Peleaba con las letrás
aprendiendo la gramática
y también con esos números
de las duras matemáticas.

Y la dulce geografía
y la historia tan sagrada
fueron parte de mi vida,
en el mundo de la infancia.

Y entre estudios y recreos
yo jugaba por las plazas,
a los moros y cristianos
a los corros y a las chapas.

Y crecí con esos sueños
que surgían de la nada
entre nubes de algodones
entre cumbres plateadas.

Aquel niño delgaducho
que sus piernas enseñaba,
fue creciendo poco a poco
y estirándose su espalda.

Y pasó de los mecanos
al Quijote de La Mancha,
a buscar cual caballero
la princesa tan soñada.

Se estrelló con los molinos,
con sus sueños y su lanza,
confundiendo entre las sombras
a gigantes con sus barbas.

Fueron tiempos muy bonitos
fueron tardes de nostalgia
que dejaron sus recuerdos
muy grabados en mi alma.

Ahora vuelve aquel pasado
cuando acaba esta jornada,
cuando siento que esos años
sus recuerdos me reclaman.

Me reclaman sin pedirlo,
los castillos de la playa,
los cometas voladores,
las canicas de la plaza.

Me reclaman tantos besos
que busqué en la madrugada
y las nanas y canciones
que mi madre me cantaba.

Somos niños sin saberlo,
a pesar de nuestras canas,
a pesar de los amigos
que ahora mismo ya nos faltan.

Somos niños de mayores,
pues tenemos nuestra infancia,
allá arriba, en las estrellas,
donde fuimos a dejarla.

Me resisto a no ser niño,
a perder la blusa blanca,
que llevaba esa inocencia,
y también mi risa franca.

Me resisto y tú lo sabes,
¡oh, mi Dios! al que rezaba,
con los labios temblorosos
cuando suena esa campana.

Cuando suena y cuando dice
que mi vela ya se apaga,
que el invierno ha terminado
y comienzan nuevas marzas.

Yo por eso las recuerdo
a las tardes tan lejanas
con los años de mi vida
que marcaron esa estampa.

Aquellas tardes de niño,
sí las tengo, muy grabadas,
y en mi pecho, van conmigo,
en su cajita de nácar.

Rafael Sánchez Ortega ©
12/03/09

miércoles, 11 de marzo de 2009

MI INFANCIA


Si pudiera retroceder en el tiempo, no dudaría ni un momento y, regresaría a mi infancia.

Me vienen tantos recuerdos de esa edad tan inocente, en que todo era maravilloso y dulce... He estado viendo fotos de cuando era niña y he retornado mentalmente al pasado.

Hasta donde mi memoria ha llegado, cierro los ojos y veo poco a poco pasar esa película tan bonita, esas fotos en blanco y negro que guardo con mimo, y reviso, cuando me entra la melancolía.

Veo a esa niña feliz, con aquellas coletas y los vestidos de nidos
que me hacia mi madre, recuerdo el primer diente caído y la noche que pase en duermevela por si llegaba el ratoncito Pérez y me dejaba algo debajo de la almohada.

Añoro la feliz espera de los reyes magos con la incertidumbre de si me traerían los regalos que había pedido, aquellas mágicas mañanas abriendo los paquetes que estaban junto a las zapatillas dejadas la noche anterior y colocadas con toda mi inocencia.

El nacimiento de mi hermano cuando yo tenía seis años, un acontecimiento inolvidable y lleno de sensaciones inexplicables.
Mi primera comunión donde me sentí como una princesa en un cuento de hadas, siendo uno de los días más bonitos de mi vida.

Recuerdo las fiestas familiares donde me reencontraba con mis primos y disfrutábamos felices con juegos y canciones inolvidables.

Me quedo con la magia de esos años vividos, con la nostalgia de pensar que eso no volverá a repetirse y con la tristeza de no poder regresar al pasado y disfrutar de esa tierna infancia.

Espero no olvidarme nunca de estos años, y reconozco que dentro de mí aún queda un poco de esa niña que fui y que por muchos años que pasen no querría dejar de serlo.

Flor Martínez Salces ©
Marzo 2009





martes, 10 de marzo de 2009

LA INFANCIA

Hemos decidido que esta vez vamos a hablar de la infancia, y yo subo al desván de mis recuerdos tratando de recuperar alguno para ofreceros, pero los encuentro tan llenos de polvo, tan deteriorados, que no se si lograré recomponer sus pedazos para que al menos podáis imaginar lo que fuimos los niños de mi infancia…

Cinco o seis años tendría yo, y era primavera. Nos juntamos los siete críos de aquella barriada de casas para bajar a “La Huertona” con intención de “aprender niáles” de pájaros, como decíamos.

Algunos iban descalzos; yo que era de los mejor calzados, llevaba unas alpargatas de suela de esparto, rota la lona por las puntas de tan usadas como estaban, por cuyos huecos asomaban las uñas negras de los dedos gordos. Otros llevaban camisas enormes porque nunca vistieron una de su talla. Eran herencia de hermanos mayores; lo mismo que los anchos calzones, que tenían que atar con una cuerda de bala para no perderlos entre los bardales.

Columpiándose en las ramas de un saúco descubrimos un” nial” de petirrojo, y entre las piedras de un “morio”, semioculto por el musgo abundante de La Huertona, otro de miruello con cuatro huevos azules.

Y de pronto se oyó un trueno. Había alisos junto al río donde Tino cortó brotes nuevos chorreantes de sabia; hicimos trozos como de diez centímetros cuya piel golpeamos suavemente con el mango de nuestras navajas mientras invocábamos el
conjuro: “Sal, sal, cañavera de nogal, que tu padre fue a Cervera con los dientes de madera, a buscar pan “pa” Dios, y borona para nos. Suda, suda, pata lanuda. Ya sudé, dame otro golpe y ya saldré” Con una mano sujetábamos la madera mientras que con la otra girábamos la piel que despegaba fácilmente, y así nos fabricábamos los “pitos” con los que más tarde atormentaríamos a nuestros abuelos.

Sonó otro trueno, y la nube que silenciosa llegó hasta nosotros soltó unos goterones de primavera, cálidos y gordos que atusaron nuestras revueltas pelambreras. En lo más alto de un chopo cantó un malvís, y desde el otro lado del río le respondió su pareja.

Y de pronto un chaparrón puso perlas y destellos en las hojas de la maleza. Nos inundó el perfume de la tierra mojada, y mientras corríamos y reíamos buscando el refugio de las casas nos calamos de agua.

El primer cobijo que encontramos fue una socarrena donde guardaban dos carros y un montón de aperos de labranza. Había también una macona con panojas, y de ellas desgranamos una docena para obtener una docena de “garojos”, que automáticamente convertimos en doce vacas lecheras. Con un palo pintamos en el suelo de tierra una cuadra con pesebres.

Volvió a lucir el sol mientras nosotros arreábamos nuestros garojos, nuestras vacas, de la cuadra al prado y del prado al bebedero…

Regresamos a casa mas sucios. Seguro que con mocos secos bajo la nariz, y la tierra metida en las uñas, pero se nos había secado la ropa, sabíamos dos nuevos” niales”, y aquella noche cuando nos acostáramos, teníamos un pito para tocar en la cama…

Jesús González ©
Marzo 2009


LA INFANCIA, (Reflexiones...)




Tengo los ojos muy abiertos. Alguien se acerca a mi cuna. Veo una sonrisa. Soy mamá, ¡mamá, mamá!...

Mamá es alguien que me besa, me arrulla, me da de comer. Me siento bien. De repente me cogen unas manos más fuertes, me suben en alto, me hacen cosquillas. Soy papá, papá… Poco a poco iré conociendo a hermanos, abuelos, tíos, primos, vecinos…

Voy creciendo; ya se quien soy, como me llamo y donde estoy. Lo mismo pudiera haber nacido en cualquier otra parte del mundo y mi vida sería distinta, pero no sería yo, sería otra persona.

Primeras palabras, primeros pasos. Comenzamos a ser personitas. Ya vamos al Colegio. Los números, las letras, los juguetes, los cuentos, el recreo con nuestros primeros amigos; las rabietas, los médicos, las vacunas y los catarros…

Hoy vamos a la playa y jugamos con el calderito y la pala. Hacemos muchos flanes y castillos que alguien siempre pisa. Rabieta… Te bañas, una ola te arrastra, tienes miedo; te vas a lo seguro, a las pozas que ha dejado la marea y allí te lo pasas de lo lindo chapoteando con otros niños.

A veces no es tan bonito:

- ¡Cómete las lentejas!
- No quiero.
- Pues te echas al lado de ellas hasta que las comas.
- ¡Cómete el pescado!
- Tiene espinas.
- ¡Cómete la carne!
- Tiene nervios.
- ¡Ponte esa ropa que nos vamos!
- ¡No me gusta, quiero jugar!

Pero otros son preciosos.”Los cumples” con la familia y los amigos; abres regalos. Los Reyes. ¿Me habrán dejado lo que les pedí? Ilusión y a veces desilusión.

Vas de compras, de paseo, de viaje. Para ti tus padres lo son todo, lo saben todo y nunca se confunden en nada. Te sientes protegido. El tiempo nos dirá que nuestros padres son personas que están en este mundo como los demás, con sus defectos y sus virtudes y los empiezas a cuestionar, pero eso ya entra dentro de la adolescencia. Todavía estamos en la infancia; vámonos a dormir con ese osito, cuento, coche o muñeca que tanto nos gusta y queremos. ¡Mañana será otro día!

María Eulalia Delgado González ©
Marzo 2009

LA INFANCIA


La mía fue feliz. Soy hija única y nieta y sobrina única. Años mas tarde, no. Por lo tanto todo era para mi.

Mis padres eran jóvenes y me solían dejar con mis abuelos y tías maternas. (Mis dos tías, aún solteras y jóvenes), con lo cual, yo era para ellas, como un juguete.

Ellas eran diferentes e insustituibles. Una se encargaba de mi baño, me daba de comer, me vestía, me peinaba y así sucesivamente. La otra, la que me adentraba en la fantasía y los juegos infantiles, me montaba en los tiovivos, que siempre eran de color rosa y carrozas de princesas, saltar a la comba, me leía cuentos de "Los tres cerditos", "La ratita presumida", "Caperucita" y otros que ahora no recuerdo bien.

Consiguió que, por la noche, me imaginara, que los juguetes y muñecas, cobraban vida. Decía que tenía que acostarme pronto, pues todos ellos empezaban a vivir mientras yo dormía.

Sin embargo, lo que más recuerdo es que me hacía mirar una simple bombilla, de las normales de antes, con su filamento y en esa mágica bombilla, decía que dentro de ella, había un príncipe encantado. ¡Y yo lo veía!. La verdad es que era fantástico y nunca lo olvidaré.

¿Y qué contar de mis abuelos?, bueno, el recuerdo de ambos es que eran increibles. Mi abuelo, cuando salíamos a pasear, tenía que hacerlo a veces con triciclo y cochecito a la vez. ¡El pobre!, al regreso ya me había cansado de todo y le hacía cargar con ello, ya que me entretenía con un simple ramito de flores, que yo recogía por los jardines.

De mis padres añoro sus Reyes. Esa noche mágica del año, en que todo lo preparaban de una manera genial. Primero La Cabalgata y después, "el ritual", copita de anis y cigarrillo rubio para Baltasar, que era mi Rey).

Iba al cine con ellos y recuerdo la triste película de "Bambi". Lloré y lloré a puro pulmón por la muerte de su madre, ¡qué recuerdo tan cruel me dejó esa escena! También reí con la película "Un sabio en las nubes" y me cuenta mi madre que contagié a todo el cine con mis carcajadas.

Igualmente hubo veranos inolvidables, navidades, cumpleaños y otras fechas que nunca olvidaré.

Mi infancia fue estupenda, creo que es la etapa mejor de los seres humanos, ¡qué pena que dure tan poco esa eterna felicidad y esa inocencia más absoluta!, pero quiero pensar que todos tenemos un niño dentro.

Ana Pérez Urquiza ©
Marzo 2009

SE EQUIVOCÓ LA PALOMA, SE EQUIVOCABA...


"Se equivocó la paloma,
se equivocaba..."

¿Y qué me decís de esta niña?, ¿también se equivocaba?...

Cada ,mediodía, la niña Aba se abotonaba su vestido lila y ayudaba a Mari Carmen. La sujetaba del brazo derecho y listas, ¡a caminar!. Mari Carmen risueña movía la pierna izquierda y Aba, le desplazaba la derecha, ¡venga! y Mari Carmen, animosa, daba otro paso.

Cuando Mari Carmen jadeaba, Aba insistía, "Vamos, que te queda muy poco", y Mari Carmen, sonriente, retomaba su trabajo, e incluso, desplazaba con más rapidez su pierna izquierda; pero venía su padre, la abrazaba y la sentaba a la mesa.

Un día, Aba se propuso bajarle por la empinada escalera. Se situó ante ella, pero... Aba se cayó. Su padre le prohibió que siguiera con aquella peregrina tarea.

A partir de entonces, Aba se dedicó a la enseñanza. Instruyó a Mari Carmen en la Fonología: Ia, Bo, Umi e; y en aritmética. Mari Carmen resolvía sumas sin llevadas. ¡"Agur", Mari Carmen!

La niña se nos ha engalanado con su vestido de flores. Ahora se llama Isabel.

Isabel disfrutó de una infancia casi perfecta. Jamás lloró, nunca estuvo triste, sentía tanta energía que jugaba por dos, corría por dos y, sobre todo, hacía diabluras por tres. ¡Mari Carmen por Aba y por Isabel.

¿Por qué tuvo que ser ella, entre la docena de niñas, la que interpusiera su negro paraguas sobre el petril, ante la estúpida gallina que voló hacia el río?

Isabel vislumbró una tormenta en los ojos amenazantes de Milagros, pero ni su padre la reprendió, ni la gallina se ahogó. La niña tenía un ángel de la guarda.

Aguantó tres meses de pie, cara a la pared. Había arrojado por la ventana la blanca bata de Begoñita. Sin embargo, a pesar del injusto castigo, Isabel aprendía como la que más, se pintaba las uñas de rojo chillón y, sobre todo, ¡soñaba con los libros!...

"En los albores de la vida,
¡Sí!, la niña se equivocaba..."

Isabel Bascarán ©
Marzo 2009

(Información personal: Mi hermana Mari Carmen sigue afectada de poliomelitis. Cada vez se la vé más frágil, más apagada, incluso triste y ya ni se mueve).

lunes, 9 de marzo de 2009

LEER SI, ESCRIBIR...


Leer, Sí; escribir, no sé.

Quisiera escribir como Azorín, como Rosalía, como Goethe, como Cela, como Atxaga, como García Márquez, como Saramago, como... ¡Y por qué nó, como Cervantes, como Shakespeare!.

Pero respeto a toda persona que ha sacrificado sus horas, sus días, sus noches; noctámbula, sin descanso, con ojeras, con cara de pocas amigas. ¡Sí, la respeto y aplaudo y abrazo a cada persona que me ha hecho feliz con sus escritos!

Mi primer contacto con la lectura fue el catón: La eme con la a igual a "ma"; la eme con la i igual a "mi". Mi mamá me a-ma. "Mi mamá me ama". Después vinieron los romances entre príncipes y doncellas:

"A las puertas de un palacio
de una señora de bien,
llega un lindo caballero
corriendo a todo correr...

La mayor se llama Elena,
la segunda Isabel
y a la más pequeña de ellas
Rosalinda la nombré".

Luego en mi adolescencia leí y releí "La muerte está en el camino", de Martín Vigil. No sé si lo leía porque estaba triste ó estaba triste porque lo leía.

Desde entonces he leído libros mucho más serios, más intelectuales, más precios, más trágicos, más tenebrosos, más mágicos.

¡Ay, cómo disfruto con un buen libro!. No hay otro como él. Sabe aligerar tu alma, infundirte ánimo o hundirte en la miseria, guiarte como un gramático, enamorarte, henchirte de gozo. Menciono aquí "El aprendiz de herrero", quizás descodificado, y "The Elephant Man", pues ambos representan la belleza en el ser humano.

Oyente, por tu paciencia, te presentO lector, "EL FLORIDO PENSIL", este libro no sólo muestra los cimientos de mi cultura en la época franquista, sino que es otra parte de mi medicina alternativa. Mantengo viva la imagen de mi marido, de pie, en el dintel de la puerta, entre atónito y feliz, y mi hija de veinte años y yo, echadas en la cama, ya riendo, ya llorando mientras leíamos el problema número setenta y tres que reza así: "Tomar muchas piedrecitas y con ellas formar montones de una, dos, tres ó más decenas.

¡Escritores, gracias!

Isabel Bascarán ©
San Vicente de la Barquera 18-2-09

SOBRE LA LECTURA


Soy consciente de que me gustaba mucho leer cuentos y tebeos desde que era muy pequeña. "Las aventuras de los cinco" me encantaban. Era una de esas niñas que antes de entrar en el cine, los domingos, cambiaba mi "montoncito de cuentos".

Estoy en el Club de Lectura de la Biblioteca y es muy enriquecedora la experiencia. Hablamos y comentamos sobre los libros leídos y siempre hay varios puntos de vista.

María, la "bibliotecaria", hace de moderadora y va a tener que coger un mazo, pero nunca llega la sangre al río, somos muy civilizados y nos apreciamos mucho. En estos momentos estamos leyendo "El último judío" de Noah Gordon, así, con vuestro permiso, en cuanto tenga un ratito, voy a seguir leyendo.

Cojo un libro y me aparto de los problemas de mi mundo para penetrar en otro. Poco a poco me adentro en la trama, a veces dramática, sensual, deportiva, terrorífica, histórica ó de risa. Muchas veces, en un mismo libro, se dan varias de estas circunstancias y es muy entretenido.

Puedo viajar al Tíbet, a Egipto, de safari por África, esquiar en los Alpes ó caminar con Santa Teresa por Ávila, pasear en góndola por Venecia, muriéndome de hambre en la India, en el fondo del mar o bajo las bombas de cualquier guerra. Todo es posible.

La tarde va cayendo, suena el teléfono y vuelvo a la realidad. A veces cuesta, me he metido tanto en el argumento que me sorprendo a mi misma riendo, llorando, suspirando, sin respiración ó hasta dando un grito.

¡Cuánto disfruto con la lectura!, siempre aprendo algo nuevo. Puedo vivir otras vidas a través de ellos y así tener otras experiencias que a los que no les gusta leer se lo pierden. Casi siempre gustará más el libro que la película que sobre él puedan hacer, hay más detalles que alargarían demasiado el film.

Animo a todas esas personas que les dá tanta pereza coger un libro. ¡A por ellos, ahí están!, en las librerías y en las bibliotecas, seguro que no os sentireis defraudados. Además, si no gusta uno se empieza otro, ¡hay millones!

María Eulalia Delgado González ©
Marzo 2009

LA LECTURA

Este es el tema elegido en nuestra segunda reunión de el Taller de Escritura, y a mi me va a ser sumamente fácil darle respuesta.

Os explico: En el Club de Lectores al que también acudo, María, su moderadora, nos cuestionó lo que para cada uno de nosotros significaba la lectura, y como algunos respondimos por escrito, hoy no hago más que copiar lo que respondí aquél día:

"Creo que la lectura nos ayuda a evadirnos un poco de la rutina cotidiana. Hace que por un momento nos olvidemos del cabrón que nos hizo aquella putada. Que nos olvidemos de la declaración de la renta, de lo que suben los precios de las cosas, de las facturas pendientes de pago, de lo que nos dicen Zapatero y Rajoy que nos van a dar para que los votemos, y que luego en vez de darnos nos lo quitan con tantos impuestos como nos ponen. Del arreglo que debo hacer al coche, y del fontanero que tiene que venir a casa para reparar un grifo que pierde. De que por la noche tengo que sacar la basura, y no equivocarme de contenedor del reciclado.

La lectura me permite viajar sin salir de casa. Mediante ella, tan pronto me abro camino entre la espesura de una selva tropical en Brasil, como atravieso en trineo la estepa del norte de Rusia. Lo mismo cruzo el Sahara en la giba de un camello, que veo lanzar un bumerang a los aborígenes de Australia. Conozco países y costumbres; mares, ríos, montañas, valles y ciudades…

Creo que empecé a leer cuando de muy niño nos llevaban a Roiz para enseñarnos a desfilar con un fusil de madera al hombro, y nos regalaban una revista infantil llamada “Flechas y Pelayos”. Después vinieron las historietas de “Roberto Alcazar y Pedrin”, más tarde “El Guerrero del Antifaz”. Con Emilio Salgari conocí Malasia y El Caribe, y soñé con vivir mil aventuras al lado de Sandokán. Rafael Sabatini me enseñó a manejar la espada como el capitán Blood, Scaramouche o el Cisne Negro. Mas tarde leí cosas de Julio Verne, el rey de la ciencia ficción, que andando los años comprobamos que tenía más de ciencia que de ficción, “De la Tierra a la Luna”, “Veinte mil Leguas de Viaje Submarino…”

La lectura me ha enseñado que hay entre los humanos distintos puntos de vista para mirar la misma cosa. Que la verdad, no es siempre “mi verdad”. Que hay que pensarlo muy bien antes de decirle a otro que está equivocado. Que Campoamor ya rimó en su día aquello de que “en este mundo traidor, nada es verdad, nada es mentira; todo se ve del color, del cristal con que se mira…” Y sin embargo, cuantas veces discutimos defendiendo una verdad que es muy relativa, porque nos aferramos a un solo punto de vista. Si con prudencia observamos la misma verdad desde otro ángulo, quien sabe si nuestra opinión fuera distinta.

Con el hábito de leer aprendes no ya sólo a gozar de lo que te dicen, sino de cómo te lo dicen. Y cuando te lo dicen bien dicho, casi no te importa ya lo que te digan, sigues leyendo y leyendo porque es un placer empaparte de cómo te lo dicen.

Jesús González ©
Febrero 2009

HACE TIEMPO...


Hace tiempo tuve la osadía de escribir dos pequeños relatos para dos de mis mejores amigas. Estuve bastante tiempo pensando como hacerlos para dejar plasmado en ellos todos los recuerdos que venían a mi mente, y que juntas habíamos compartido.

No tuve reparo en relatar todas las emociones que sentía y que ellas habían compartido conmigo. Reconozco que me costo recordar algunas cosas que, por los años, dejas olvidadas en el cajón de los recuerdos, pero intente reflejar todos mis sentimientos.

Tardé bastante tiempo en hacerlo; borre y corregí muchas palabras, pero al final conseguí acabarlos y regalárselos.

No puedo expresar con palabras ese momento tan mágico en que se los entregue, fueron tantas emociones las que sentí y las que ellas me demostraron, que me di cuenta qué fácil es hacer feliz a alguien sólo con escribir lo que sientes por él, demostrarle tu cariño con palabras y frases que al final son parte de tu vida y que hasta que no las lees no te das cuenta de lo que verdaderamente significan pero que te han hecho feliz volviendo a evocarlas y disfrutando con su recuerdo.

Flor Martínez ©
Febrero 2009

HOY QUIERO ESCRIBIRTE...


Hoy quiero escribirte a ti
Esa hoja de papel
Que me ayuda a transmitir
Mis pensamientos en él.

Muchas veces te emborrono
No me gusta lo que escribo
Otras te hago mil pedazos
Para no dejar testigos

A veces te llevo arrugado
En mis bolsillos reposas
Te saco de vez en cuando
Te voy escribiendo estrofas

Me da igual tu color
Que estés liso o arrugado
Me sirves de todas formas
Para con frases llenarlo

Después te Leo y releo
Y si me gusta lo escrito
Doy formas a tus hojas
Para que te quedes conmigo

A ti papel que reflejas
Los sentimientos guardados
Mis palabras te dedico
Y mis letras en ti plasmo

Flor Martínez Salces ©
28-febrero-2009

LA LECTURA


Esto es mi pequeño homenaje a la lectura...

No tengo recuerdo de mi primer libro, pero si del que me ayudó a superar el miedo nocturno, infantil, a los temidos "monstruos".

Por esa época tenía nueve ó diez años y pánico a la oscuridad, como imagino la mayoría de los niños. Dormía tapada hasta la cabeza, incluso en verano, encendía luces por todo el pasillo mientras corría hasta llegar a mi habitación.

Pues bién, en el colegio, había una coleccion de libros que se llamaban "Juanito, Margarita y Agustín". Eran tres hermanos y nos narraban diferentes historias cotidianas de ellos. En una de estas ¡se hizo el milagro!, a Agustín, el menor, le ocurría lo mismo que a mi, ¡veía monstruos por todas partes!.

Por la noche creía que un abrigo encima de una butaca, era un feroz león. Tras la cortina de su habitación, ¿estaba el hombre del saco? ¿y bajo la cama?, ¡ni se sabía.

El problema, nuestro problema, Agustín lo solucionó, simplemente, haciendo un acto de "heroicidad". Una noche descubrió su cabeza escondida entre las sábanas, estiró la mano hacia su lámpara de noche, la encendió y ¡eureca!, el león desapareción, ¡era su abrigo!. Tras la cortina no estaba el hombre del saco y bajo la cama no vivía nadie.

Desde ese día yo fui feliz. Lo había superado, ¡no tenía miedo!.

Este fue el primer libro que nunca olvidaré. Luego hubo muchísimos más, en la adolescencia, juventud y ahora madurez. Todos me han ayudado y aportado, pero he querido empezar por los de mi infancia y a "juanito, Margarita y Agustín", siempre los tendré en mi memoria.

Espero haber reflejado lo que la lectura es y ha sido para mi, gracias a todos los libros que he leído.

Ana Pérez Urquiza ©
Febrero 2009

SOBRE LA LECTURA

Yo no sé si la lectura es algo que se puede definir con unas letras. Supongo que si todo se describe, si tenemos esa gran facilidad de contar y de narrar a través de la escritura este hecho sí es posible.

Sin embargo ¿qué leemos?, ¿qué buscamos en las letras de ese libro?, ¿la novela de aventuras?, ¿el romance que nos vuelva a aquellos años de nuestra juventud?, ¿la pasión mal contenido y esos sueños de erotismo que a todos, en algún momento nos han pasado por la mente?...

Es posible que busquemos todo eso que he citado brevemente y quizás ese misterio de las mismas páginas cerradas, con sus letras esperando, con sus frases elocuentes, con la risa contenida del autor que allí dejó su huella.

Hay lecturas que hacemos cada día y las mismas no las vemos en las páginas impresas. Por ejemplo esa lectura de los ojos tan queridos, la que hacemos en la calle al pisar en sus baldosas, esas flores del balcón que allí se asoman con la ropa que se seca en los tendales. Esas caras que saludan, que nos miran y sonríen, que nos dicen tantas cosas y que luego, en un instante, son pasado.

Hay lecturas de los días que transcurren, de la aurora que comienza dando paso al nuevo día, del ocaso que despide con sus rayos tan dorados, de ese mar embravecido con sus cantos de sirena que soñamos y el olor inconfundible del salitre.

Y hay lecturas de las gentes que me escuchan, de las caras que me observan, de sus rostros pensativos y que guardan tantas cosas. Yo les leo estas letras en la tarde y ellos mismos van leyendo, estas frases que pronuncio y que salen de mis labios. Pero leen en el espejo de mi alma, porque escribo para ellos, como escribo para ti, cuaderno amigo.

Porque tú, querido amigo, eres mi mejor lector y en ti me fijo. ¡El cuaderno de mi alma!, ¡el diario tan preciado de mi vida!, ¡el que sabe mis secretos, mis momentos de pasión y de locura, esas hojas que yo escondo y no quiero que se sepan!

Y así he cumplido, sin saberlo, esa doble misión la de escribir para un lector imaginario, pero que a la vez es un lector real, que vive y piensa, que transmite lo que siente sin palabras, al que escucho sus latidos en los míos, al que leo, en el espejo de sus ojos, lo que dejan mis palabras y mis letras, el que dice si estoy sano ó estoy enfermo, el que dice si yo amo y si me aman, el que siente cuando siento, el que llora cuando lloro, el que ríe con mi risa, el que duerme con mis sueños.

Por eso yo te escribo, esta tarde, unas letras para ti, para que leas en mi alma, para que veas lo que siento, para que simplemente recibas estas letras y las leas y las sientas con el mensaje subyacente que las dejo.

Rafael Sánchez Ortega ©
02/03/09

LA LECTURA Y LA ESCRITURA


La lectura es un mundo apasionante
un cuaderno sacado de la vida;
en sus letras de forma muy brillante
toma cuerpo una imagen detenida.

La escritura, quizás, perseverante,
es hacer a la pluma divertida,
la que deje en el folio ese diamante,
esa perla en el tiempo detenida.

Yo te leo mi libro lentamente,
cuando miro mis ojos en tu espejo,
y penetran tus letras en mi frente.

Yo te escribo cuaderno recatado,
y en mis líneas se esconde ese reflejo,
ese rayo de vida tan amado.

Rafael Sánchez Ortega ©
17/02/09